Capítulo 98
Berlín, 30 de julio de 1914
—El bombardeo de Belgrado no ha servido para nada. Los serbios no han capitulado —dijo el oficial de enlace.
—Lo sé —contestó seco el káiser.
—Austria ha ordenado la movilización general. Miles de hombres están de camino hacia Serbia. La situación no puede ser más tensa.
El káiser parecía distraído. La guerra había comenzado por fin. Los austríacos les habían informado de sus planes de invadir Serbia y desde allí pretendían lanzar un ataque contra Rusia. La guerra no se limitaría a una acción de castigo contra los serbios, como al principio habían pensado.
—Rusia también ha ordenado la movilización general, según nos han informado los servicios secretos.
—Hay que contactar con Moscú —dijo el káiser volviendo en sí—. Diga al general Moltke que redacte el ultimátum.
El oficial abandonó el despacho y el káiser se levantó del escritorio y comenzó a caminar de un lado para el otro. A los pocos minutos el general Moltke entró sin llamar.
—Majestad, el ultimátum —dijo extendiendo el documento.
El káiser lo leyó despacio e hizo algunas sugerencias para modificar el texto.
—Majestad, ¿quiere que ordenemos la movilización general?
—¡No! Ya diré yo cuando hay que ordenar la movilización general.
El general nunca había visto tan irritable al káiser. Apuntó los cambios en el borrador y se dirigió hacia la puerta.
—Moltke.
—Majestad.
—¿Cuánto tiempo necesitamos para organizar la movilización general? —preguntó el káiser.
—Veinticuatro horas. Algunas de nuestras tropas ya han sido movilizadas, pero no son suficientes.
—No envíen hasta mañana a primera hora el ultimátum —ordenó el káiser a sus asistentes.
—Pero, majestad. Estamos perdiendo un tiempo precioso.
—En la guerra como en la vida hay que buscar el momento adecuado. Retírese general. Ustedes también pueden marcharse. Necesito estar sólo —ordenó el káiser.
Cuando la puerta se cerró el káiser abandonó su pose autoritaria y se sentó en la silla. Sentía miedo de equivocarse y de que sus errores produjeran un baño de sangre. ¿Cómo habría actuado en su lugar el viejo mariscal Bismarck?, se preguntó mientras miraba el mapa de Europa que había encima del escritorio.