Capítulo 24
Sarajevo, 17 de junio de 1914
El príncipe Stepan miró los minaretes de la ciudad y sintió una mezcla de odio y angustia. Durante varios meses había servido en el Ejército en las tierras más hacia el sur del Imperio ruso y había tenido que luchar contra algunos grupos islámicos sediciosos. Los rebeldes musulmanes eran extremadamente crueles con los prisioneros, aunque solían mantenerlos con vida para pedir un rescate; él tuvo que sufrir la cruel hospitalidad de uno de esos grupos, cuando su unidad sufrió un ataque en las montañas y fue hecho prisionero. Después de soportar todo tipo de torturas y vejaciones, el príncipe logró volver a casa, pero su mente no había dejado de odiar cada día a todos aquellos hombres.
—Príncipe Stepan, ¿en qué piensa? Parece tener la cabeza en otro sitio —dijo el almirante Kosnishev.
—Sarajevo me recuerda a otras ciudades donde pasé mis primeros años de servicio.
—¿Nostalgia usted? No me lo puedo creer.
—No es nostalgia, almirante, pero sería muy largo de explicar. ¿Por qué aceptó esta misión?
—No tenía mucha elección, un hombre viejo como yo, sólo puede conformarse con morir en un rincón como un perro o hacer algo por su país.
—Pero, ¿por qué una misión tan peligrosa?
—Príncipe, el peligro a mi edad es una palabra vacía, Mi vida está a punto de concluir, la manera de morir es lo de menos.
Los dos hombres se apearon del tranvía y caminaron los escasos metros que les separaban del otro lado del río Miljacka. La ciudad, con sus tejas naranja y los edificios sencillos, asemejaba más un pueblo turco que la capital de una región del Imperio Austro-Húngaro. Por la calle se podía ver a muchos hombres con el gorro turco y a mujeres vestidas a la forma musulmana. Los dos rusos esperaron al otro lado del puente, hasta que un hombre pequeño, vestido de obrero se les acercó y les dio la contraseña.
—¿Está todo preparado? —preguntó el príncipe impaciente.
—Queda poco más de un mes, pero ya está todo preparado — respondió el hombre.
—Nosotros traemos algo de material de Rusia.
—No se preocupe, aquí es fácil encontrar material, sólo hay que tener dinero y contactos.
—¿Quién ejecutará el acto? —preguntó el almirante Kosnishev.
—En la ciudad hay muchos patriotas, pero hemos hecho una concienzuda selección; varios estudiantes que están dispuestos a morir por la causa, pero será mejor que hablemos en un sitio más seguro.
—Es cierto —dijo el príncipe Stepan.
—Los austríacos han enviado a sus agentes para preparar la visita. Hace unos días hubo algunas detenciones.
—No hay otra solución que parar todo esto antes de que sea demasiado tarde. Los austríacos no pueden seguir haciendo de las suyas —dijo el almirante Kosnishev.
—Sí, almirante, sólo eliminando al perro se eliminará la rabia —dijo el enlace serbio. Los tres hombres comenzaron a caminar y desaparecieron entre la multitud que comenzaba a llegar al mercado ambulante de la ciudad.