Capítulo 101
Múnich, 31 de julio de 1914
Nadie había ido a visitarle en veinticuatro horas y comenzaba a ponerse nervioso. La falta de noticias del exterior, la soledad prolongada y la falta de comida iban a volverle loco. A veces se aproximaba a la puerta y pegaba el oído, pero no había ruidos fuera. Comenzó a pasearse nervioso por el cuarto, como un león encerrado en su jaula. ¿Y si le había pasado algo a von Liebenfelds? Tenía que salir para comprobarlo. Miró la puerta disimulada en la pared e intentó abrir, pero estaba cerrada por fuera. Cogió uno de los cuchillos que usaba para comer y forzó la cerradura. La puerta cedió y Adolfo salió del armario y entró en el cuarto. Todo parecía tranquilo.