Capítulo 48
La muchedumbre fue disolviéndose rápidamente hacia las calles aledañas. La policía paraba a todos los viandantes de aspecto juvenil. Algunos eran introducidos en carros de caballos o escoltados por los agentes hasta las comisarías. La gente, aterrorizada, se marchaba hacia sus casas. El suelo cubierto de flores comenzó a ensuciarse por las pisadas; numerosas personas permanecían tendidas en el suelo arrolladas por la avalancha. Hércules y sus amigos estaban muy cerca del coche explosionado, pero en contra de la mayoría apenas se habían movido. La multitud les había estrujado y empujado, pero se habían mantenido unidos y ahora estaban casi solos, a pocos metros de los heridos por la explosión. Enseguida llegaron varios médicos y enfermeros y montaron a los heridos en otros dos vehículos desapareciendo calle abajo.
—Han intentado matar al archiduque, como usted dijo —comentó Lincoln.
—Ellos piensan que es el Mesías Ario.
—¿Usted cree? Hércules —dijo Lincoln.
—Ellos piensan que es él, sin duda.
Alicia permanecía abrazada a Hércules casi sin reaccionar. El sonido de la explosión la había apabullado, pero la estampida de gente le había espantado. Mujeres y niños por los suelos, ancianos pisoteados por la multitud.
—Alicia, ¿te encuentras bien?
—No, la verdad es que no —dijo con la mirada perdida.
—No te preocupes, estás a salvo.
—¿Cómo haremos ahora para hablar con él? Las medidas de seguridad nos impedirán acercarnos sin riesgo de morir acribillados.
—Ya pensaremos en algo, ahora es mejor que no le perdamos de vista.
—¿Cree qué volverá a Viena?
—Si él piensa que es el Mesías Ario, no.
—¿Por qué?
—Se siente invulnerable. Nadie puede matarle hasta que las profecías se cumplan.
—Entonces, Hércules, ¿Cómo podremos convencerle para que nos dé el manuscrito?
—No lo sé. Tendremos que buscar el momento oportuno.
—Pero, ¿qué haremos si descubrimos que es en verdad el Mesías Ario? —preguntó Alicia mirando a Hércules.
—Matarlo —contestó Hércules sin pestañear. Sus amigos se giraron hacia él y observaron su rostro, parecía determinado a actuar en cualquier momento si la ocasión lo requería.