Capítulo 35
Lincoln trajo un vaso de agua y el profesor recuperó un poco de color. Su cara se había vuelto tan pálida que el rostro del profesor von Herder parecía el de un cadáver. Ericeira había abierto la ventana y la brisa fresca de la mañana penetraba por ella renovando el aire del despacho. Hércules permanecía de pie, frente al profesor. Se sentía mal por haber provocado aquel inesperado ataque de pánico, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Von Herder les mentía y el tiempo se acababa. ¿Cuántas personas más tenían que morir antes de que llegaran a descubrir la verdad? El profesor bebió el vaso de agua y respiró hondo. Se incorporó un poco y después de varios minutos comenzó a disculparse de nuevo.
—El libro ha permanecido en Colonia desde hace más de doscientos años. Pero ya no está en la ciudad.
—¿Dónde está ahora, von Herder? —preguntó Hércules elevando un poco el tono de voz.
El profesor le miró temeroso y pensó un rato su respuesta.
—El libro fue depositado en la tumba de los Reyes Magos en la catedral de Colonia. Lo descubrí en una de las cartas del lingüista y sabio Paul Johann Ludwig von Heyse.
—¿El premio Nobel?
—El mismo. Como sabrán falleció en abril y yo me hice cargo de sus papeles. Entre ellos encontré un estudio sin divulgar sobre las profecías de Artabán. Mi intención era publicarlas con mi nombre, pero alguien más conocía de su existencia y me obligó a darle el estudio. Me imagino que también debió recuperar las profecías de la tumba de los Reyes Magos, desde entonces no me he atrevido a acercarme por la catedral.
—Pero, ¿quién fue el que le amenazó y se llevó el estudio? —preguntó Hércules.
—No puedo decirlo, mi vida correría peligro.
—Hay mucha gente que puede morir si no nos desvela ese nombre.
El profesor von Herder se levantó de la silla y observó desde la ventana de su despacho los árboles del jardín. Amaba tanto ese lugar. Era uno de los profesores más jóvenes y prometedores de Alemania. Tan sólo había cometido un error. ¿Cuánto tiempo iba a estar pagando por él?
—Es una importante personalidad política. No les conviene meterse con él, se lo aseguro.
—Deje que seamos nosotros los que valoremos eso, profesor—dijo Hércules.
—Está bien, si así lo quieren. El hombre que se llevó el estudio de Paul Johann Ludwig von Heyse y posiblemente las profecías de Artabán fue el archiduque Francisco Fernando.
—¿El heredero al trono de Austria? —preguntó Ericeira.
—El mismo —contestó el profesor von Herder.
—¿Y para qué quiere el archiduque el libro de las profecías de Artabán? —preguntó Lincoln.
—Puede que esté buscando respuestas —dijo Ericeira.
—O puede, que esté buscando su propio destino —dijo Hércules.
—No le entiendo —dijo Lincoln
—Lo que su amigo quiere decir... —dijo von Herder con una voz temblorosa—. Lo que quiere decir es que el archiduque tal vez sea el Mesías Ario.