Capítulo 100
Berlín, 31 de julio de 1914
Decenas de funcionarios corrían de un lado para el otro. El ultimátum que el káiser había lanzado a Rusia unas horas antes había puesto en marcha toda la maquinaria bélica alemana y el Ministerio de Guerra funcionaba a pleno rendimiento. El general Moltke daba órdenes, leía informes y telegramas. Todo el ejército se encontraba en alerta máxima y había comenzado la movilización general.
—General, las órdenes están cursadas —dijo uno de los asistentes.
—Esperemos que no sea demasiado tarde. ¿Hay respuesta de Moscú?
—Todavía no, señor.
—¿Cuántos hombres podemos movilizar?
—A más de cinco millones.
—Muy bien —dijo el general—. Quiero que saque varios bandos animando al alistamiento en todos los periódicos y que cubran las calles de Alemania de carteles, me han oído.
Moltke sabía que el tiempo se acababa. Rusia no tardaría en contestar y las fronteras alemanas estaban desprotegidas.
—El káiser debe ser informado en cuanto sepamos algo.
—Sí, señor.
—Recemos para que el oso ruso tarde en despertar. Si nos atacan en las próximas veinticuatro horas estaríamos a su merced.
—Nuestros informadores nos han dicho que han divisado varios batallones rusos cerca de Prusia Oriental. En las proximidades de Gumbinen y Tannenberg —dijo el oficial señalando el mapa.
—¿Y el frente sur?
—Los franceses tienen desplegados efectivos en Verdún, Nancy, Epinal y Belford. Todavía no son fuerzas suficientes para lanzar un ataque, pero sí para resistir a nuestras tropas.
—¿Y Bélgica?
—Se han declarado neutrales y no parece que hayan realizado ningún llamamiento a filas. Tan sólo han reforzado algunos puestos fronterizos y las tropas de las ciudades de Lieja, Huy y Dinant.
Moltke observó el mapa de Europa y apuntando a Bélgica dijo:
—Espero que los belgas no opongan resistencia y que los rusos esperen dos semanas antes de atacarnos en el frente oriental. El káiser ha tardado demasiado tiempo en reaccionar.
—En doce horas nuestras tropas regulares estarán movilizadas —contestó el asistente.
—Sí, pero con esos hombres no podremos resistir el rodillo ruso.