Capítulo 67

El príncipe Stepan se lanzó sobre el joven y le agarró por el brazo. Su víctima no se inmutó, como si esperase su reacción. Los dos hombres se cayeron al suelo y el ruso levantó el brazo con el cuchillo en la mano. Entonces se escuchó un disparo y el príncipe Stepan soltó el cuchillo con un grito. Se sujeto el brazo y miró a su espalda. El joven aprovechó la confusión para ponerse de pie y huir. El ruso miró detrás de él pero la figura con la pistola en la mano apenas era una sombra.

—No puede hacer eso príncipe Stepan. Hay cosas que es mejor no cambiar —dijo la voz con un extraño acento.

—¿Quién eres? —preguntó el príncipe apretando el brazo para cortar la hemorragia.

—¿Acaso es muy importante que sepa quién soy yo?

—Ya que he de morir, por lo menos desearía conocer el nombre de mi verdugo.

—¿Verdugo? ¿Acabo de impedir que ejecute a un hombre desarmado y yo soy el verdugo? ¿No le parece una aptitud prepotente la suya? ¿Acaso no mató a su compañero el almirante Kosnishev?

—El que no es aliado de la luz es aliado de las sombras.

—Y usted es aliado de la luz, ¿no es así príncipe? Pues debía saber que los aliados de la luz no matan a gente inocente —dijo el hombre levantando la pistola.

El príncipe Stepan se puso de pie y miro fijamente la sombra que tenía delante. El hombre de la pistola se sintió incomodo por su arrogancia, hubiera preferido que suplicase por su vida, que blasfemase en su presencia, pero el ruso se limitó a esperar de pie en silencio.

—No podía matarlo. ¿Todavía no se ha dado cuenta de que nadie puede disponer de su vida? Es el hombre de las profecías, el Mesías Ario y la Providencia le protege.

—¿La Providencia? Conmigo puede hablar sin tapujos. No es la Providencia la que protege a ese monstruo.

—Ah no, entonces ¿quién le protege? —dijo la voz con ironía.

—Su padre.

—¿Su padre?

—El padre del íncubo. Satanás.

El hombre apuntó al cuerpo del príncipe Stepan y antes de disparar a bocajarro sobre él le dijo:

—Dentro de un momento te reunirás con él y podrá preguntárselo en persona, querido príncipe Stepan.

El sonido de la bala antecedió al estruendo del cuerpo golpeando el suelo de madera y al bufar del tren que comenzó a ponerse en marcha muy despacio, como si se dirigiese al mismo infierno.

El mesías ario
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