Capítulo 32
Colonia, 21 de junio de 1914
Los tres hombres caminaron por el jardín y se dirigieron a un edificio de cuatro alturas, con un tejado muy apuntado. Todo a su alrededor parecía intentar desafiar a la clara y limpia mañana de verano. El cielo estaba completamente despejado y era tan fresco y tan limpio que muchos hubieran dudado al saber que aquella era la zona más industrializada de toda Alemania.
Los dos hombres entraron con facilidad en el edificio, subieron a la planta primera y llamaron a una de las puertas del largo y solitario pasillo. Esperaron más de un minuto antes de obtener respuesta. Cuando la puerta se abrió al fin, un hombre inesperadamente joven se presentó ante sus ojos.
—¿El profesor von Herder?
—El mismo, ¿quién le busca?
—Necesitamos hablar con usted urgentemente.
—No recibo visitas sin cita previa, si se dirigen a mi secretaria, con mucho gusto les facilitará una cita. Buenos días, caballeros.
Uno de los hombres sujetó la puerta y la empujó hacia dentro. El profesor se sorprendió de la reacción del visitante, pero a pesar de su juventud era un hombre delgado y poco fuerte.
—Profesor von Herder, no nos ha entendido, tenemos que hablar con usted ahora.