Capítulo 79
Viena, 15 de julio de 1914
Al principio creyó que estaba soñando. Escuchó unos golpes, pero con la cabeza embotada y cargada apenas se inmutó. Cuando escuchó de nuevo la llamada, se levantó despacio y caminó medio sonámbulo hasta la puerta.
—¿Quién es?
—Señor, por favor, ¿puede abrirme?
Apenas se distinguía al otro lado, como si su visita no quisiera llamar mucho la atención. Hércules entornó la puerta y vio a un hombre de corta estatura, completamente calvo que le miraba fijamente.
—¿Qué desea? No he pedido que me trajeran nada a la habitación.
El hombre se dio la vuelta y giro la cabeza mirando a un lado y a otro.
—¿Puedo entrar?
—¿Qué desea?
—Ustedes estuvieron esta mañana en el palacio. No se acuerda de mí, ¿verdad?
Hércules hizo un esfuerzo pero aquella cara común le parecía absolutamente desconocida.
—Lo siento pero no.
—Es normal, yo era uno de los sirvientes de palacio que le acompañó hasta la sala de audiencias.
—Ah, ahora sí —dijo Hércules localizando la cara por fin.
—¿Me permite? —volvió a decir el hombre pequeño. Hércules se apartó y le dejó entrar.
—¿A qué debo su visita? Sabemos que tenemos que abandonar la ciudad en veinticuatro horas, pero hasta mañana temprano no partiremos hacia la frontera sur.
—No vengo por eso. ¿Está sólo?
—Sí, lo estoy.
—¿Puedo hablar con tranquilidad y franqueza?
—Naturalmente, siéntese —dijo Hércules ofreciendo la única silla de la habitación y sentándose en la cama.
—Le pido de nuevo disculpas por presentarme sin avisar en su habitación, pero la urgencia del asunto me obligaba a actuar de esta manera.
—No tiene por qué disculparse. ¿En qué puedo ayudarle?
—Escuché su conversación con el emperador. Normalmente nuestro juramento de confidencialidad nos impide hacer uso de palabras o ideas que se hayan dicho en audiencia privada.
—Entiendo.
—He estado todo el día dándole vueltas a lo que ustedes hablaron y, al final, me he decidido a venir.
—Gracias —dijo Hércules ansioso por saber lo que le había venido a contar aquel criado de palacio.
—Ustedes comentaron con el emperador la existencia de un grupo denominado el Círculo Ario, Francisco José negó conocer la organización y la posibilidad de que ésta tuviera nada que ver en todo el asunto de la muerte del archiduque, pero el Círculo Ario, como usted mismo habrá podido comprobar, existe realmente y tiene mucho poder en Austria y Alemania.
—¿Conoce al Círculo Ario?
—Todo el mundo ha oído hablar de ellos, aunque muy pocos saben sus verdaderas intenciones y su historia.
—¿Y usted si los conoce en profundidad? —preguntó incrédulo Hércules.
El hombre se sintió algo molesto y se levantó de la silla para marcharse.
—Veo que no me cree, no quiero robarle más tiempo.
—Perdone, pero viene a verme y me dice de repente que conoce a una sociedad secreta, que todo el mundo niega conocer. Es normal que desconfíe.
—Déjeme que le cuente y juzgue usted mismo.
—Adelante —dijo Hércules volviendo a invitarle a que se sentase.
—Lo que tengo que contarle es confidencial. Si alguien me interroga negaré que he hablado con usted, espero que lo entienda.
—Por favor, continúe —dijo Hércules afirmando con la cabeza.
—No sé por dónde empezar.
—Comience por el principio, tenemos toda la noche por delante.
—Todo empezó hace mucho tiempo. Cuando Rodolfo II descubrió el manuscrito de Artabán. El era un aficionado a los Mythes et Dieux des Germains.
—¿Cómo?
—Mitos y dioses de los germanos. Creía en el origen sagrado de los pueblos arios y que había que recuperar la antigua religión pagana. Acusaba al cristianismo de haber debilitado al pueblo germano. Había que recuperar Vaterland la tierra de los padres.
—¿Qué es Vaterland?
—Los territorios que alguna vez han sido alemanes.
—Una especie de pangermanismo.
—Podríamos llamarlo así, pero no es del todo correcto. Lo que perseguía Rodolfo II y sus sucesores era construir un imperio alemán, en el que las tradiciones germanas volvieran a florecer y un Mesías Ario devolviera al pueblo su dignidad perdida. Para eso se creo el Círculo Ario.
—¿Se fundó en época de Rodolfo II?
—No, mucho más tarde bajo el reinado de Federico III de Prusia, cuando Alemania estaba todavía dividida en decenas de pequeños territorios.
—Era como una especie de sociedad patriótica.
—El Círculo Ario es mucho más que una sociedad patriótica.
Se sobresaltaron al escuchar un ruido en la puerta, Hércules hizo un gesto al hombre para que no hiciese ruido y se levantó despacio, se dirigió a la puerta y la abrió de golpe. Bernabé Ericeira estaba agachado delante de la entrada de la habitación. Hércules le observó detenidamente y le dijo:
—Creo que escuchará mejor si entra en la habitación sr. Ericeira.