Capítulo 49

Hércules no se equivocaba. El archiduque abandonó el ayuntamiento y atravesó de nuevo las calles vacías de Sarajevo en el mismo descapotable. Ahora sólo dos coches y un pequeño grupo de hombres a caballo le protegían. A su lado, su esposa parecía como ausente. Frente a ellos, el gobernador de Bosnia no ocultaba su miedo, mirando hacia uno y otro lado, como si temiera que de cualquier calle saliera algún terrorista que los acribillara a tiros. Hércules, Lincoln y Alicia les seguían como podían a pie. La comitiva no avanzaba muy rápido. La calle estaba llena de objetos abandonados, de personas caídas que comenzaban a ser atendidas y la marcha se hacía muy lenta. Cuando la comitiva alcanzó el puente Latino, el coche del archiduque se paró bruscamente. El conductor, nervioso como estaba, no había girado a tiempo y casi se incrustó contra el puente. El gobernador bosnio gritó algo al chofer que comenzó a dar marchas atrás.

Hércules y sus amigos alcanzaron a los coches y caminaron despacio por el puente. Cuando estaban casi a la altura del segundo coche, el español observó como un joven moreno de aspecto enfermizo corría hacia el coche parado y sacaba algo de su bolsillo. Instintivamente el archiduque intentó ponerse de pie. El hombre se quitó el sombreo y levantando una pistola apuntó a su objetivo. Varios soldados corrieron hacia el terrorista, el gobernador se agachó y Sofía apenas pudo dar un grito de horror que se confundió con el primer disparo. El tiro alcanzó el cuello del archiduque, que instantáneamente cayó de nuevo sobre su asiento. Su mujer, en pie gritaba sin parar, hasta que una segunda bala la alcanza y cayó a su lado. La comitiva aceleró la marcha y salió del puente a toda prisa. El joven disparó al aire y comenzó a correr en dirección contraria, pero Hércules, al verle pasar a su lado se lanzó a sus pies y logró derrumbarle. Una nube de policías y soldados se abalanzaron sobre ellos al instante. Los ojos del terrorista y los del español se cruzaron durante un segundo, aquel hombre débil de aspecto frágil miró aterrorizado a Hércules antes de cerrar los ojos bajo los golpes de los policías.

El mesías ario
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