Capítulo 30

Frente a las costas de Normandía, 20 de junio de 1914

El comedor era una réplica perfecta de un acogedor salón inglés. Las maderas nobles, los quinqués, un par de sofás de piel y una gran mesa en el centro eran su mobiliario principal. Presidía la mesa Bernabé Ericeira que en los últimos días se había comportado como un anfitrión exquisito. Atento, servicial y discreto, Ericeira apenas pasaba tiempo con ellos. Les dejaba espacio y tiempo para que siguieran con sus investigaciones y planes. La única vez que les había preguntado sobre el viaje, había sido para informar al timonel sobre el rumbo a seguir. Hércules se había mostrado reacio a hablar de su viaje con Ericeira y Lincoln fruncía el ceño cada vez que veía aparecer por la puerta al noble portugués. Alicia y Bernabé pasaban juntos mucho tiempo y no era extraño verles en cubierta hablando durante horas. Lincoln se enfadaba cada vez que veía al portugués cortejando a Alicia y le decía a Hércules, que como protector de la mujer, a falta de su padre, debía velar por sus intereses y desaconsejar que los dos estuvieran solos.

—Hércules, creo que debemos contarle a Bernabé el motivo de nuestro viaje.

—Estimada Alicia, estoy convencido que al sr. Ericeira le aburrirían soberanamente nuestras idas y venidas. ¿No cree Lincoln?

—Estoy completamente de acuerdo, el sr. Ericeira ha hecho ya suficiente ofreciéndonos su barco. A propósito, ¿cuántos días quedan para llegar a Amberes?

—Según nuestros cálculos, pasado mañana al mediodía llegaremos al puerto de Amberes.

—Después le dejaremos libre, sr. Ericeira. Aunque insisto en pagar al menos los costes del combustible y la tripulación.

—Don Hércules, ya hemos hablado de eso. Son mis invitados y yo corro con todos los gastos. Tenía previsto un viaje a Inglaterra en los próximos días. Después de dejarles en el puerto pondré rumbo a las islas británicas.

—No sé como agradecérselo —dijo Hércules.

Alicia se cruzó de brazos y con una voz seca se dirigió a Hércules.

—Hércules, no esperaba que me desautorizaras de esta manera. Bernabé ha sido muy amable y el sr. Lincoln y tú os estáis comportando como unos desagradecidos.

—Alicia, no era mi intención ofenderte.

—El sr. Bernabé es portugués y conoce muy bien la vida de Vasco de Gama, tal vez podría ayudarnos y hablarnos del navegante y del rey Manuel I.

—Puede que tengas razón. Estimado Lincoln, ¿narramos brevemente al sr. Ericeira la causa de nuestro viaje y las últimas pesquisas sobre Vasco de Gama?

—Si lo cree conveniente.

Hércules permaneció callado por unos segundos, como si no supiera por donde empezar. Después, se encendió un espléndido puro y tras disfrutar de la primera bocanada de humo, comenzó a hablar.

—Como sabrá, Vasco de Gama viajó a la India y contactó con algunos reyezuelos locales. Al parecer también encontró lo que quedaba de la antigua iglesia cristiana hindú y la tumba de santo Tomás, que según la tradición evangelizó a los hindúes.

—Cualquier colegial de Portugal sabe todo eso —dijo Ericeira, molesto por el humo del tabaco.

—Al parecer Vasco de Gama trajo algo consigo que entregó al rey Manuel, algo que ha permanecido oculto durante siglos.

—¿De qué se trataba?

Hércules dudó unos segundos en responder a la pregunta, no quería que el portugués supiera más de la cuenta.

—Un objeto, podríamos decir, religioso.

—Entiendo.

—El rey Manuel guardó aquel objeto y al parecer hay gente que está interesada en recuperarlo, porque le atribuye cierto grado de poder.

—¿Y eso guarda relación con la locura y muerte de los tres profesores de la Biblioteca Nacional de Madrid?

—Eso es lo que creemos —dijo Alicia. Hércules la miró fijamente y ella agachó la cabeza.

—Vasco de Gama hizo tres viajes a la India, ¿verdad?

—En 1502 hizo su segundo viaje, luchó contra los árabes en África y se hizo con el dominio del índico. También levantó una factoría y comenzó a comerciar con la India. Regresó un año más tarde.

—¿Por qué tan pronto? —preguntó Hércules.

—Algunos dicen que estaba impaciente por vender las especias que había conseguido. Sus riquezas eran tales que no necesitaba dinero y por eso tardó veinte años en regresar a la India. Pero la verdad es que perdió el favor del rey.

—¿Por qué perdió el favor real? Creía que fue el propio rey Manuel el que eligió a Vasco de Gama para que capitaneara el primer viaje a la India.

—Algunos historiadores han defendido que la crueldad extrema con la que Vasco de Gama trató a los hindúes hizo que el rey le retirara su favor, pero personalmente creo que hubo otras razones.

—¿Qué tipo de razones? —preguntó Lincoln que había estado indiferente a la conversación hasta ese momento.

—El rey Manuel no quiso recibirle más y esperó casi veinte años antes de asignarle una nueva misión. Vasco de Gama le pidió al rey algo, una acción que éste no llegó a realizar.

—¿Piensa que Vasco se sintió desengañado y que eso enfrió las relaciones entre los dos? —pregunto Alicia.

—Es posible que fuera algo de ese tipo —dijo Ericeira.

—Pero, ¿qué pudo pedirle Vasco al rey? ¿Títulos, posesiones? —preguntó Lincoln.

—No, el rey Manuel le dio todo eso a Vasco —contestó Ericeira.

—Creo que cuando encontremos lo que Vasco reprochaba al rey, entenderemos todo este embrollo —dijo Hércules.

Ericeira miró fijamente a Hércules y sonrió. Su cara se desdibujó con el resplandor de las velas casi extinguidas y Lincoln sintió que un escalofrío recorría su espalda. Había algo en el noble portugués de lo que Lincoln no terminaba de fiarse, algo terrible que les ocultaba.

El mesías ario
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