39

—Tenemos flagelados —dijo Tolland, sin apartar la mirada del agua luminiscente.

—¿Flatulencias? —intervino Corky, ceñudo—. Habla por ti.

Rachel se dio cuenta de que Michael Tolland no estaba para bromas.

—No entiendo cómo ha podido ocurrir —dijo Tolland—, pero de algún modo este agua contiene dinoflagelados luminiscentes.

—¿Dinoqué? —preguntó Rachel. «Habla claro, por favor».

—Plancton molecular capaz de oxidar un catalizador luminiscente llamado luceferina.

«¿Y eso es hablar claro?»

Tolland soltó un suspiro y se giró hacia su amigo.

—Corky, ¿hay alguna posibilidad de que el meteorito que sacamos del agujero contuviera organismos vivos?

Corky se echó a reír.

—¡No fastidies, Mike!

—Estoy hablando en serio.

—¡Ni hablar, Mike! Créeme, si la NASA hubiera tenido la menor sospecha de que había organismos extraterrestres viviendo en esa roca, puedes estar seguro de que jamás la habría sacado a flote.

Tolland pareció consolado sólo en parte. El alivio que acababa de embargarle parecía ensombrecido por un misterio más profundo.

—No puedo estar seguro sin un microscopio —dijo Tolland—, pero me parece que se trata de plancton luminiscente de la familia de los phylum Pyrrophyta. Su nombre científico significa planta de fuego. El Océano Ártico está lleno de ellas.

Corky se encogió de hombros.

—Entonces, ¿por qué me has preguntado si procedían del espacio?

—Porque —dijo Tolland— el meteorito estaba enterrado en hielo glacial, es decir, en agua dulce procedente de las nevadas. El agua de este agujero es resultado del deshielo glacial y lleva congelada tres siglos. ¿Cómo han podido entrar ahí criaturas oceánicas?

El apunte de Tolland provocó un prolongado silencio. Rachel se quedó al borde de la piscina e intentó concentrarse en lo que estaba mirando. «Plancton bioluminiscente en la fosa de extracción. ¿Qué significa eso?»

—Ahí abajo tiene que haber alguna grieta —dijo Tolland—. Es la única explicación que se me ocurre. El plancton debe de haber penetrado en la fosa por alguna fisura en el hielo que dejaba filtrarse el agua del océano.

Rachel no comprendió.

—¿Filtrarse? ¿Desde dónde? —Recordó el largo paseo a bordo del IceRover desde el océano—. La costa está a más de tres kilómetros de aquí.

Corky y Tolland le dedicaron una extraña mirada. —De hecho —dijo Corky—, el océano está directamente debajo de nosotros. Esta placa de hielo está flotando.

Rachel miró fijamente a los dos hombres, sintiéndose absolutamente perpleja.

—¿Flotando? Pero... si estamos en un glaciar. —Sí, estamos en un glaciar —dijo Tolland—, pero no en tierra firme. A veces los glaciares se escinden de una masa de tierra y se alejan por el agua. Como el hielo es más ligero que el agua, el glaciar simplemente continúa moviéndose, flotando sobre el océano como una enorme balsa de hielo. Ésa es la definición de una plataforma de hielo... la sección flotante de un glaciar —añadió. Hizo entonces una pausa—. De hecho, estamos casi a un kilómetro y medio en alta mar en este preciso instante.

Conmocionada, Rachel se puso en guardia enseguida. Mientras intentaba hacerse una imagen mental de lo que la rodeaba, la idea de estar sobre el Océano Ártico vino acompañada de una sensación de miedo.

Tolland pareció percibir su inquietud. Pisó con fuerza el hielo del suelo en un intento por tranquilizarla.

—No se preocupe, este hielo tiene un espesor de ciento cincuenta metros, y cien de esos metros flotan bajo el agua como un cubito en un vaso. Eso da a la plataforma una gran estabilidad. Podría construir un rascacielos en esta cosa.

Rachel asintió débilmente, nada convencida. Dejando a un lado sus recelos, ahora entendía la teoría de Tolland sobre los orígenes del plancton. «Cree que hay una grieta que va hasta el océano y que permite que el plancton suba por ella hasta el agujero». Rachel decidió que sonaba verosímil, aunque percibía una paradoja que la molestaba. Norah Mangor había sido muy clara sobre la integridad del glaciar después de haber excavado innumerables muestras de prueba para confirmar su solidez.

Rachel miró a Tolland.

—Creía que la perfección del glaciar era la piedra angular de todos los registros utilizados para poner fecha a los diferentes estratos. ¿No dijo la doctora Mangor que el glaciar no tenía grietas ni fisuras?

Corky frunció el ceño.

—Al parecer la reina del hielo la cagó.

«No lo digas muy alto», pensó Rachel, «o te encontrarás con un picador de hielo clavado en la espalda».

Tolland se acarició la barbilla mientras observaba las criaturas fosforescentes.

—No hay otra explicación posible. Tiene que haber alguna grieta. El peso de la plataforma de hielo sobre el océano debe de estar provocando la entrada al agujero de agua de mar rica en plancton.

«Una grieta enorme», pensó Rachel. Si ahí el hielo tenía un espesor de ciento cincuenta metros y la profundidad del agujero era de sesenta, la hipotética grieta tenía que atravesar noventa metros de hielo. «Las muestras extraídas por Norah Mangor no revelaban ninguna grieta».

—Hazme un favor —le dijo Tolland a Corky—. Ve a buscar a Norah. Espero que sepa algo sobre este glaciar que no nos haya dicho. Y encuentra también a Ming. Quizá él pueda decirnos qué son estos diminutos bichos que brillan.

Corky se marchó.

—Será mejor que te des prisa —le gritó Tolland, volviendo a mirar al agujero—. Juraría que esta bioluminiscencia se desvanece.

Rachel miró al agujero. Sin duda, el verde ya no parecía brillar con tanta intensidad.

Tolland se quitó el anorak y se tumbó en el hielo junto al agujero Rachel lo observó, confundida.

—¿Mike?

—Quiero saber si está entrando agua salada.

—¿Tumbándote en el hielo y sin abrigo?

—Sí —fue la respuesta de Tolland. Se arrastró sobre el estómago hasta el borde del agujero. Sostuvo una manga del abrigo por encima de la fosa y dejó que la otra colgara hasta que el puño rozó el agua—. He aquí la mejor prueba de salinidad utilizada por los mejores oceanógrafos del mundo. Se llama: «chupar una chaqueta mojada».

En el exterior del habisferio, sobre la cornisa de hielo, Delta-Uno luchaba con los controles para mantener el microrobot volador en el aire sobre el grupo que ahora se había congregado alrededor del foso de extracción. A tenor del sonido de las conversaciones que tenían lugar más abajo, supo que las cosas estaban saliendo rápidamente a la luz.

—Llamad al controlador —dijo—. Tenemos un grave problema.