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Como enlace entre la comunidad de inteligencia y la Casa Blanca —dijo Rachel Sexton, intentando controlar la voz para que no le temblara mientras se dirigía a la multitud que aparecía en la pantalla que tenía delante—, mis obligaciones incluyen viajar a puntos políticamente candentes alrededor del globo, analizar situaciones de riesgo, e informar al Presidente y al personal de la Casa Blanca.
Una perla de sudor se le formó justo en el nacimiento del pelo y Rachel se la enjugó con la mano, maldiciendo silenciosamente al Presidente por haberla obligado a efectuar aquel comunicado sin previo aviso.
—Es la primera vez que mis viajes me traen a un lugar tan exótico —continuó Rachel, indicando con rígido ademán al exiguo tráiler que la rodeaba—. Lo crean o no, me dirijo a ustedes en este preciso instante desde un punto situado por encima del Círculo Ártico, sobre una placa de hielo de un grosor aproximado de ciento cincuenta metros.
El sudor volvía a perlarle la frente. «Dale sentido, Rachel. Ése es tu trabajo».
—Esta noche me halló aquí, sentada delante de ustedes, presa de un gran honor, orgullo y... sobre todo, de excitación.
Miradas vacías.
«A la mierda», pensó, enjugándose el sudor con ademán enojado. «No me contrataron para esto». Rachel sabía lo que diría su madre si estuviera a su lado en ese momento: «Cuando dudes, ¡simplemente suéltalo!» El viejo proverbio yanqui daba cuerpo a una de las creencias básicas de su madre: que todos los retos pueden superarse diciendo la verdad, salga como salga.
Rachel inspiró profundamente, irguió la espalda y miró directamente a la cámara.
—Lo siento, chicos, si os estáis preguntando cómo puedo estar sudando así por encima del Círculo Ártico... Estoy un poco nerviosa.
Los rostros que tenía delante parecieron sobresaltarse durante un instante. Se oyeron algunas risas incómodas.
—Además —dijo Rachel—, vuestro jefe sólo me ha dado unos diez segundos para enfrentarme a su equipo al completo. El bautismo de fuego no es exactamente lo que tenía en mente para mi primera visita al Despacho Oval.
Esta vez se oyeron más risas.
—Y —dijo, mirando al extremo inferior de la pantalla—, desde luego no había imaginado que me sentaría al escritorio del Presidente... ¡y mucho menos encima!
El comentario provocó una risa sincera y algunas amplias sonrisas. Rachel sintió que sus músculos empezaban a relajarse. «Suéltaselo sin anestesia».
—La situación es la siguiente —dijo Rachel, cuya voz volvía a ser la suya. Clara y segura—. El presidente Herney ha estado ausente del punto de mira de los medios de comunicación durante esta última semana no porque haya perdido su interés en la campaña, sino porque ha estado totalmente inmerso en otro asunto. Un asunto que, a su entender, era mucho más importante.
Rachel hizo una pausa y dejó que sus ojos entraran en contacto con su público.
—Se ha producido un descubrimiento científico en un lugar conocido como la Plataforma Milne, en el Ártico. El Presidente informará al mundo sobre el descubrimiento en una rueda de prensa que dará esta noche a las ocho. El descubrimiento es obra de un grupo de tenaces norteamericanos que últimamente han soportado una racha de mala suerte y que merecen un respiro. Me refiero a la NASA. Debéis enorgulleceros de saber que últimamente vuestro Presidente, en un dechado de clarividente confianza, se ha empeñado en mantenerse fiel en su apoyo a la NASA a las duras y a las maduras. Ahora, parece que esa lealtad va a ser recompensada.
Fue en ese preciso instante cuando Rachel se dio cuenta de que estaba viviendo un momento histórico. Sintió que se le tensaba la garganta y luchó contra la sensación siguiendo adelante.
—En calidad de oficial de inteligencia especializada en el análisis y verificación de datos, soy una de las varias personas que el Presidente ha llamado para examinar los datos de la NASA. Yo los he examinado personalmente, además de intercambiar opiniones con varios especialistas, tanto gubernamentales como civiles, hombres y mujeres cuyas credenciales están más allá de cualquier reproche y cuya talla también está más allá de cualquier influencia política. Mi opinión profesional es que los datos que voy a presentaros son reales en sus orígenes e imparciales en su presentación. Además, soy de la opinión de que el Presidente, en un acto de buena fe con su equipo y con el pueblo norteamericano, ha mostrado una admirable cautela y moderación al retrasar el anuncio que sé que le hubiera gustado hacer la semana pasada.
Rachel vio que la multitud apiñada delante de ella intercambiaba miradas confusas. Todos volvieron la mirada hacia ella y Rachel supo entonces que contaba con su total atención.
—Damas y caballeros, van a oír lo que a buen seguro es una de las informaciones más excitantes jamás reveladas en este despacho.