3. Evolución de las tablas de logaritmos
Hasta hace poco tiempo, en nuestras escuelas se empleaban tablas de logaritmos de cinco cifras. Actualmente se ha pasado a las de cuatro, por cuanto cubren las necesidades de los cálculos técnicos. Más para la mayoría de las necesidades prácticas son más que suficientes las mantisas de 3 cifras, ya que las mediciones comunes raramente se realizan con más de tres cifras.
El empleo de mantisas con pocas cifras es bastante reciente. Recuerdo los tiempos en los que en nuestras escuelas se empleaban voluminosas tablas de logaritmos de 7 cifras, que fueron sustituidos por los de 5 sólo después de duro forcejeo. Al aparecer en 1794 las tablas de logaritmos de 7 cifras fueron tachadas de novedad inadmisible. Las primeras tablas de logaritmos decimales, confeccionadas por el matemático inglés Henri Briggs, en 1624, tenían 14 cifras. Unos años después Andrian Vlacq, matemático holandés, redujo sus tablas a 10 cifras.
Como vemos, la evolución de las tablas corrientes de logaritmos ha sido en sentido restrictivo, pasando de las mantisas de cifras numerosas a otras más cortas, proceso que no ha terminado aún en nuestros días, porque todavía hay quien no comprende que la precisión en los cálculos no puede superar la exactitud de las mediciones.
La reducción de las mantisas acarrea dos importantes consecuencias prácticas: La sensible disminución del volumen de las tablas y la correspondiente simplificación de su empleo, y, por lo tanto, la aceleración de los cálculos que se efectúan con ellas.
Las tablas de siete cifras ocupan cerca de 200 páginas de gran formato; las de 5, 30 páginas, la mitad de formato que las anteriores; las de 4 decimales ocupan un espacio diez veces menor, reduciéndose a dos páginas cuando se imprimen en formato grande, y, las de 3 pueden limitarse a una sola página.
En cuanto a rapidez en las operaciones, los cálculos con las tablas de 5 cifras requieren la tercera parte de tiempo que al operar con las de 7.