– VIII –
Sentado en un banco de la plaza, lee el diario con preocupación. Aunque la nota no abarca un gran espacio, su título alcanza para inquietarlo. Con algo de incredulidad vuelve a leerlo:
AGONIZA EN EL HOSPITAL DE CLÍNICAS EL PSICÓLOGO QUE INTENTÓ QUITARSE LA VIDA EN SU CONSULTORIO DEL BARRIO DE CABALLITO.
¿Cómo que agoniza? No puede ser. Ya debería estar muerto. No entiende cómo pudo fallar de esa manera. De todos modos, que se hable de agonía lo tranquiliza, significa que es solo cuestión de tiempo.
José fue un rival honesto y respetable que estuvo a punto de vencerlo. Por eso tuvo que matarlo, aunque repasando la nota del diario, sabe que todavía no logró su cometido.
Los gritos de un grupo de estudiantes que pasan bromeando a su lado le sacan una sonrisa. Gira con lentitud y queda de espaldas a la facultad de Ciencias Económicas. Frente a él se alza la mole que lo aguarda: el Hospital de Clínicas. El mismo en que su exanalista, como aquellos héroes que pueblan sus pensamientos, libra su agónica batalla. Batalla que, seguramente, perderá en pocas horas. Al menos, eso es lo que espera, de lo contrario deberá tomar una decisión riesgosa y exponerse para terminar lo que empezó. Sin embargo, una certeza lo relaja: si Heracles, Hércules como lo llamaron los romanos, pudo con sus doce trabajos que parecían imposibles, ¿por qué no iba a poder él con los suyos, si eran apenas seis y solo le restan tres?