– VIII –
La carpeta que lleva por nombre «Hernán Hidalgo» contiene un archivo de Word y una serie de audios. Abre primero el documento. A continuación de la ficha en la que constan los datos personales del paciente hay una serie de notas precedidas por distintas fechas. Claramente se trata de la historia clínica de Hernán, o como quiera que se llame. También Pablo lleva un registro de quienes acuden a su consulta. No le resulta grato hacerlo, pero es obligatorio según lo indica la ley de salud mental, por lo cual no le queda otra alternativa.
Cuando se inició en la profesión le era más fácil, porque escribía durante las sesiones y llevaba un cuaderno para cada persona, de modo que ese cuaderno hacía las veces de historia clínica.
A un analista no le basta con recordar aquello que le fue contado, sino que debe tener en cuenta las palabras exactas con las que el paciente ha armado su discurso, especialmente cuando se trata del relato de un sueño o alguna vivencia significativa. No obstante, con el tiempo comprendió que el hecho de tomar notas distraía su escucha y condicionaba a la persona acostada en su diván. Por eso, desde hace mucho ha dejado de hacerlo. Confía en su memoria, en el dispositivo analítico y sabe que, llegado el momento, la información necesaria acudirá a su mente. José, en cambio, ha optado por un camino intermedio: no anota, pero pide autorización para grabar las sesiones. Sabe que, en general jamás las escucha, pero en caso de necesitarlas cuenta con un registro de ellas.
Pablo acaricia la copa mientras sus ojos recorren la pantalla. Quien se haya hecho pasar por Hernán Hidalgo dijo tener treinta y un años y ser estudiante de Filosofía. La dirección coincide con la casa en Barrio Parque que visitó a la mañana y el celular es el mismo al que ha llamado infructuosamente en varias ocasiones durante el día de ayer. Hoy se abstuvo de hacerlo porque sospecha que debe tratarse de un teléfono que ya no está en uso. Seguramente, un número que no cuenta con un plan sino con carga por tarjeta.
Baja con el mouse hasta llegar a la página siguiente en la que aparecen los comentarios del Gitano acerca de la primera entrevista:
Lunes 13 de marzo de 2018
Hernán llega puntual. Viste de manera informal, pero elegante. Es un joven educado, inteligente y de conversación agradable que todo el tiempo intenta seducir, ya sea por medio de sus gestos o sus palabras. Se lo nota muy cuidadoso de su imagen. Es alto y fachero.
El motivo de consulta es la mala relación que tiene con su padre, Raúl.
Manifiesta no consumir drogas ni tener problemas con el alcohol.
Asocia con facilidad y capta rápidamente todas mis intervenciones.
Acordamos un nuevo encuentro para la semana próxima.
Durante la entrevista se mostró entusiasmado y dijo haberse sentido muy cómodo.
Buen pronóstico.
Solo eso. Apenas una ayuda memoria. Típico armado de una historia clínica; breve, concisa… y equivocada, piensa Pablo luego de leer la reseña que José realizó de ese primer contacto. Seguramente, cuando auguró un buen pronóstico, no imaginó que esos encuentros terminarían con un balazo en su cabeza.
Sonríe sin querer al reparar en la descripción física que hizo de Hernán, fachero, un giro expresivo característico de su amigo. Por lo menos sabe algo: busca a un hombre alto y buen mozo de un poco más de treinta años. No es mucho, pero es más de lo que tenía hace unos minutos. De todos modos, no esperaba encontrar demasiado en esas líneas, pero sí en el contenido real de las sesiones. Por eso, sin demora, va al ícono que indica el audio correspondiente al 13 de marzo y hace doble click. De pronto, un escalofrío le recorre el cuerpo cuando escucha la voz del Gitano que retumba en el ambiente.