– V –
El doctor Uzarrizaga entra al cuarto húmedo y descascarado que hace las veces de oficina, saluda y se sienta detrás del escritorio. Del otro lado Pablo, Helena y Candela lo miran en un silencio tenso.
—Recién terminamos de hacerle una tomografía computada y el paciente está nuevamente en la sala de Terapia Intensiva.
—¿Y? —pregunta Helena con ansiedad mirando a Pablo.
Él le aprieta el brazo e intenta calmarla con un gesto.
—Disculpe, Ramón. Es que todos estamos muy nerviosos.
—No te preocupes, lo entiendo. Bueno, les cuento a qué nos enfrentamos. En este momento José está en estado de coma y su condición es estable. El examen confirma que la bala entró justo entre el lóbulo temporal y el occipital y, luego de desplazarse, quedó alojada en la parte posterior del cerebro.
La voz de Rouviot tiembla al preguntar.
—¿Encontró daño en alguno de los hemisferios?
Aunque el médico contesta al instante, la respuesta parece no llegar nunca.
—No. —Pablo suspira aliviado—. De todos modos, no te alegres demasiado.
—¿Por qué?
—Porque la zona está muy edematizada. —Observa el gesto de incomprensión de Candela y le explica—. Verá: cuando el traumatismo es tan importante es común que se acumulen fluidos y el cerebro se hinche, y como está contenido por el cráneo. —Junta las manos formando un círculo—, no tiene espacio para expandirse libremente. Medimos la presión intracraneal a través de un catéter y, en efecto, está muy alta. Por esa razón decidí que vamos a intervenirlo quirúrgicamente de inmediato, para retirar la bala y ver cómo podemos aliviar en algo esta situación.
—Pero ¿José está en condiciones de soportar una operación tan compleja?
La pregunta de Helena hace que el médico frunza el ceño antes de responder.
—Cuando el paciente llegó había perdido mucha sangre y presentaba un cuadro de hipoxia.
—Quiere decir que le llegaba poco oxígeno al cerebro —traduce Pablo a las apuradas para evitar interrupciones.
—Pero ya nos encargamos de ese tema. También evaluamos su condición general, presión, temperatura, ritmo respiratorio y logramos compensarlo. Así que su estado actual nos habilita a tomar la decisión de efectuar la cirugía.
Está tratando de calmarlos, sin embargo, algo delata su preocupación.
—Doctor, ¿me parece a mí o hay algo que no nos está diciendo? —pregunta Helena.
Asiente.
—Según la imagen del estudio, el proyectil parece estar cerca del tronco encefálico, demasiado cerca. Es probable, incluso, que lo haya dañado.
Pablo siente como si una aguja helada le atravesara el cuerpo. De pronto se ha puesto pálido.
—Locked in —murmura, y su antiguo profesor afirma con un movimiento de cabeza.
Helena se le acerca.
—¿Lock… qué? —Y ante la falta de respuesta, continúa—. Bueno, sea lo que fuere, si los hemisferios están sanos eso quiere decir que se va a poner bien, ¿no? —Silencio—. ¿Qué pasa? ¿Alguien me puede explicar algo… qué carajo es el tronco encefálico?
Candela está muda, pero la cara de su amigo basta para que en su rostro aparezcan las claras señales del miedo. Rouviot aún no logra reaccionar. Por suerte, el doctor Uzarrizaga acude en su ayuda.
—Igualmente, no nos apresuremos. Pablo, vos sabés que la tomografía tiene un falso positivo importante. Después de todo no es más que una foto.
—Sí, pero un médico con su experiencia…
—Un médico con mi experiencia ha aprendido a esperar, y te pido que hagas lo mismo. Por lo pronto, como te dije, vamos a operarlo de inmediato. Y para poder hacerlo necesito que usted firme esta autorización. —Extiende un papel a la joven que no sabe cómo proceder.
—¿Ya? ¿No es mejor aguardar a que se reponga un poco?
—No —sentencia Pablo—. Firmá ya mismo, Candela. No hay tiempo que perder si queremos tener una opción.
—Exacto —avala el médico—. La misma hinchazón podría generar que la bala se desplazara un poco y no tenemos margen para correr ese riesgo.
—Pero usted acaba de decir que está muy débil y ha perdido mucha sangre.
—Tiene razón la gallega. —Se suma Helena—. Imagino que debe ser una intervención compleja y, en este estado, el Gitano podría morir en el quirófano ¿o no? —Uzarrizaga asiente—. Entonces no entiendo por qué va a correr ese riesgo. Esperemos, Rubio. ¿Qué puede ser peor que la muerte?
Pablo la mira y una idea que no pronuncia viene a su mente: locked in.