A África, por compartir achaques cinéfilos en nuestras largas noches. A mis padres, por engancharme al celuloide con agradecidas sesiones semanales en las salas y mucho VHS. A Miguel Ángel Prieto, pues los 80 no son lo mismo sin ti.
Sueña en paz, amigo. A José Miguel Gala, «Sir Galahad», por sus acidas confesiones sobre lo divino y humano. A Fausto Fernández, por esa Telebasura Española que resultó chispa adecuada y referencia para este libro.
Sergio Guillén
A mis padres, porque sin su apoyo, comprensión y enseñanzas jamás podría haber llegado al punto donde me encuentro. A mis yayos Luis, Carmina y Andrés y a mi tía «Chicha», con el deseo y la esperanza de que algún día nos volvamos a encontrar. A mis profesores del colegio Joyfe de Vital Aza, porque ahora comprendo que vuestra labor ha sido de crucial importancia tanto en mi vida como en mi carrera literaria. A mis amigos y a todos los que se han interesado por mi trabajo a lo largo de estos años, porque me hacen ver que todo este esfuerzo merece la pena. Por último, un recuerdo emocionado a Juan Antonio Cebrián, un tipo genial que nos dejó demasiado pronto.
Andrés Puente