CORAZONES DE FUEGO
(Hearts of Fire, 1987)
Estudio: No hay datos. Director: Richard Marquand. Intérpretes: Fiona, Bob Dylan, Rupert Everett, Julián Glover, Suzanne Bertísh, Larry Lamb, Tony Rosato. Duración: 92 minutos.
«Dos amores, tres pasiones… Bob, Rupert y el rock». Si aún no ha comenzado a reír, ya está tardando. Nos enfrentamos a uno de los largometrajes de trasfondo musical más absurdos que dio la década aquí tratada (y fueron varios). Si al menos buscase la parodia por la parodia, podría escapar del ojo inquisitivo, lo malo es que el vehículo con tensiones sexuales en busca de ensalzar y poner en órbita a su protagonista femenina, la hoy desaparecida de la escena Fiona, pretendía mostrar un semblante serio. No se lo cree ni la vocal de marras, vamos. Richard Marquand, al que los acólitos a los enfrentamientos galácticos venerarán por dirigir El retorno del jedi. se metía en un callejón sin salida titulado Hearts of Fire. Y es que no sólo las calles de Walter Hill ardían, pues lo de la palabrita fue en los títulos siempre ha otorgado a sus poseedores un plus pasional que no se lo salta cualquier atleta.
Tenemos frente a nosotros una historia pobre, cargada de tópicos de todo a cien que cansan y desconciertan. Por un lado, si es consumidor de estos largos y melómano empedernido, ya sabrá que la realidad musical nada tiene en hermanamientos con lo contado en ciertos baratillos cinematográficos. Si por el contrario se inicia como jinete en estas praderas, el descoloque situacional puede terminar como similitud a una trifulca del desaparecido espacio televisivo A loros y cristianos (acalorada y sin fundamentos). Y es que cómo se esperan resultados en el polo opuesto de lo bizarro cuando se conforma un tridente amoroso con el padre del folk-rock Bob Dylan, un guapito de productos en ocasión cual Rupert Everett y la citada Fiona Flanagan, cuyo estilo se llegó a asociar con nombres del hard melódico como Warrant o Winger. Trabajo de lunáticos. A tanto llegó la cosa que años después el propio padre de himnos como «Hurricane» o «Blowin’ in the Wind» alegó en su propia defensa que en aquella segunda mitad de década andaba un poco apurado, y que unos dólares en el banco no hacen mal a nadie. Que se lo digan ahora a Fiona.
Miss Flanagan había iniciado su andadura por el tan recurrido rock melódico de los ochenta con un álbum homónimo que en 1985 la ponía en la pista de sus mayores. El cantante Louie Merlino le echaba las dos manos, y no precisamente al cuello, para que su arranque bajo el sello Atlantic fuese un éxito. La cosa no saldría del todo mal, ya que, sin ser un imborrable de los estantes de adult oriented rock, la joven se ganó la confianza de varios miembros de los famosos Winger, formando una creativa familia feliz para su siguiente Beyond the Palé (1986). De pronto, y como el mago que se saca una tanqueta de la chistera, surge el marciano proyecto de Corazones de fuego. Una fiebre absurda por una fémina rockera que casi se despedía nada más entrar por la puerta. Como único alivio a tan doloroso parto quedó una interesante banda sonora con canciones compuestas por el Creedence John Fogerty, John Hiatt y el mismo Dylan, aunque para nuestro castigo son interpretadas en gran parte por Everett (al que se redescubrió para bien gracias a la tabla de salvación titulada La boda de mi mejor amigo) y la inagotable Fiona.
Bob Dylan y su acicalada facha por el séptimo arte.
Lejos de jugar con la fácil superchería, pareciese que esta película únicamente significara un punto de inicio para próximas desgracias. La peor caería sobre el propio director de la obra, un Richard Marquand que fallecería de un paro cardiaco ese mismo año 87 de presentación en las salas. Por su parte, Dylan siguió sin levantar el vuelo en una década maldita para su particular estilo. Rupert Everett tardaría bastantes años aún en ver la luz de un éxito pasajero, que como mucho le convirtió en el niño bien que todas las madres desearían tener a la mesa cada noche. Mientras que Fiona, el pelotazo prometedor como the next big thing, se despedía en los siguientes cinco años con dos pasables trabajos discográficos que demostraban lo efímero de su carrera. Pero no busque tres seises bajo la cama, ya que pocos parabienes se pueden esperar cuando tu filmación es pateada fuera de los cines a la segunda semana de su estreno. ¿Cosas de la promoción? No lo creemos.