THIS IS SPINAL TAP
(This Is Spinal Tap, 1984)
Estudio: Embassy Pictures Corporation. Director: Rob Reiner. Intérpretes: Michael McKean, Christopher Guest, Harry Shearer, Rob Reiner, Tony Hendra, Patrick Macnee, June Chadwick, Paul Shaffer. Duración: 82 minutos.
Al enfrentarnos al siguiente reto descubrimos que nuestra visión ácida queda aplastada por la mirada de tres genios adorables. Los humoristas Michael McKean, Christopher Guest y Harry Shearer hacen el trabajo por nosotros en esta ocasión. Prepare el Almax, lo va a necesitar ya que This Is Spinal Tap no es una filmación musical al uso. Estamos ante el falso documental llevado hasta los más insospechados extremos de la locura más jocosa e hilarante. Le hablamos de un punto de inflexión, el antes y el después en cuanto a este tipo de documentales se refiere. Estaba The Rutles, por supuesto, pero la americanización en conceptos lo llevó todo a unos niveles difíciles de imaginar por mente sana.
La pantomima comienza casi como un juego de niños, como una divertida parodia con la que hacer chanzas sobre los clichés mil veces masticados de la vida de todas esas estrellas del rock que vieron evolucionar la escena. Los tres actores antes citados se transforman en los inventados músicos David St. Hubbins, Nigel Tufnel y Derek Smalls, respectivamente, llevando su creatividad de risotada fácil al The Tv Shoui de la cadena ABC en pleno 1978. El asunto no se quedaría en mera anécdota, ya que en 1984 se presentaría en Estados Unidos This Is Spinal Tap el mockumentary definitivo, o para entendernos el falso largo que analizaba la carrera de tan disparatada formación. Rob Reiner, que en los años siguientes dirigiría joyas de la década como La princesa prometida o Cuenta conmigo, se encargaría de pilotar la nave buscándose un rol de ficción para sí mismo. Reiner pasaría a ser inmediatamente Marty DiBergi, un fracasado filmador de comerciales que pegaba el salto a un nuevo campo en busca de fortuna. Así, y haciendo de director inusual, guía las entrevistas con el trío y monta un satírico enredo de lo más estimulante.
Un resumen que parece mirásemos de soslayo, pero que sin duda podría estar fragmentado en mil y una anécdotas, chascarrillos varios que han terminado imponiéndose en el mundo musical con un carácter de lo más realista. Y es así que de las influencias y cotilleos de los que bebieron unos, los actores, al final fueron alimentos en retrotraeción para los primeros en generarlos, los artistas y músicos. Todavía hoy no es extraño escuchar en una entrevista estadounidense a bandas de relumbrón preguntas como: «¿Cuál fue vuestro momento más Spinal Tap?». Irónico pero cierto. La película se convirtió en etiqueta para los momentos absurdos del rock and roll, al mismo tiempo que creo unos personajes fuera del celuloide.
Tal era la credibilidad impresa por los actores en sus papeles que tanto la industria como la escena musical quedó prendada con aquellos «instrumentistas» entrañables. El background de cada uno se estudió a conciencia, escribiendo un guión específico con el pasado de cada componente del combo. Por ejemplo, Nigel Tufnel (Guest) no paraba de trabajar en una composición clásica en Re menor —la más triste de las tonalidades, según él— a la que provisionalmente había titulado «Lick my Love Pump». David Ivor St. Hubbins (McKean) se había casado con su novia de toda la vida, Jeanine Pettibone, y ahora ella ejercía cual madre-dictadora del grupo (efecto Yoko Ono, que le llaman). Derek Albion Smalls (Shearer) hacía las veces de mediador entre esa relación tan particular que tenían los dos líderes del conjunto, bastante similar a la de Lennon y McCartney, y que Smalls calificaba como de «fuego y hielo».
Se suponía que la apuesta llevaba en pie desde mediados de los años 60, y que, por lo tanto, habían asistido a todos los cambios estilísticos imaginables: sonido beat, psicodelia, hard rock, heavy, glam metal, etcétera. De ello daban fe muchas imágenes de archivo que DiBergi había recopilado cuidadosamente para su largometraje. Tal sería el trabajo de asimilación del género, llegando a aprender cada uno a tocar el instrumento elegido para su rol, que cuando saltaron de la pantalla a la calle los nombres propios de la escena del rock duro les invitaron a participar en el Hear ’n Aid (posiblemente una de las iniciativas más significativas en las que se ha visto involucrado el movimiento). El 20 y 21 de mayo de 1985, y siguiendo el impulso de la mastodóntica Band Aid de «Do they know It’s Christmas?» o la conjunción de astros del USA For Africa y aquel «We are the world», Ronnie James Dio reúne a la crema del hard con mayúsculas en el californiano estudio de A&M Records para sacar las tomas de un LP titulado Stars, igual que el sencillo que lo representaría. Spinal Tap resultaron parte de tan ilustre elenco. El mimetismo con el medio se había logrado, el conjunto hacía realidad un sueño imposible: satirizar a un sector que sabiamente supo asimilarles y respetarles por tan arriesgada hazaña.
This Is Spinal Tap —cuya auténtica duración es de 4 horas y media, reducido el metraje para su estreno— se convertiría con los años en obra de culto, película que abriría la veda para que muchos otros probasen suerte con mayor o menor fortuna. Still Crazy (Siempre locos) de 1998 logró con creces su propósito, aunque no se apoyaba en el falso documental y realmente se centraba en las desventuras de unas maduritas rock stars que regresaban en pleno revival setentero. La banda norteamericana Fozzy se inició con un particular camino, pura copia modernizada de aquellos Spinal Tap (incluía su personal documento fílmico con su primer CD). Y así un sinfín de títulos que han mirado o guiñado el ojo a aquel acierto del 84. En los años 90 el trío regresaría con un segundo álbum, si entendemos la banda sonora del filme como debut auténtico (ellos aseguraban tener una cantidad ingente de vinilos editados). Y dicho lanzamiento, como es lógico tratándose de estos gamberros, sin duda se había grabado con los amplificadores al 11.