COCKTAIL
(Cocktail, 1988)
Estudio: Buena Vista Pictures. Director: Roger Donaldson. Intérpretes: Tom Cruise, Elisabeth Shue, Bryan Brown, Gina Gershon, Kelly Lynch, Usa Baines. Duración: 101 minutos.
«Dice que es un tío que entra en un bar, pide un whisky, y resulta que en el bar había un mono, una especie de Amedio…». Sí, así comenzaba el chiste del genial Eugenio sobre el primate que pone los «cataplines» dentro de un vaso de la citada bebida alcohólica, y que por supuesto se remataba con aquel pianista excusándose a golpe de la frase «si me la tararea». Un absurdo comienzo para tratar una película de lo más incomprensible. Algo que parecía irracional hasta que no hace tanto se explotó nuevamente su forma original a golpe de Coyote Ugly (¡bellezas al salón!). Efectivamente, nos referimos a la ínclita labor del barman. Ahora bien, poco o nada tiene que ver el protagonista de la historia con lo que cantaba Siniestro Total en su álbum En beneficio de todos.
Brian Flanagan (Tom Cruise) es el guapito de cara que sin comerlo ni beberlo se convierte en el alma del show, que es esa suerte de camarero de competición aleccionado por su maestro, el gran mentor y dueño de un pub vibrante llamado Doug Coughlin (Bryan Brown). Aquel jefazo, perdedor con encanto que se recluye en su sanctasanctórum particular, pues se reconoce fuerte entre las paredes de su negocio, pone en la onda a un Cruise que de pavisoso parece casi humorista en su papel. Un actor que en escasas ocasiones ofrece credibilidad desde la gran pantalla. Para colmo le cuelgan a la melosa y ñoña por aquella década Elisabeth Shue (su etapa Leaving Las Vegas ya sería otro cantar). Aun así, el filme tiene un encanto y un dramatismo en la recta final que cala, siempre potenciado por el carácter canalla de Brown, intérprete que junto con su anterior F/X: efectos mortales del 85 lograba dejar una huella que pronto desaparecería para hundirse en propuestas de poca enjundia.
Dejando a un lado las vicisitudes con las que se choca Flanagan, hay una interesante relación oscura tras un largo que puso de moda las exhibiciones de bar tenders. La primera referencia nos lleva a «The Don». Este artículo y nombre no son otra cosa que el apodo que recibe la prisión de Toronto, ciudad canadiense donde se rodó gran parte de la acción de Cocktail. Resulta que en una de las antiguas galerías de dicha penitenciaría se tomaron las escenas del curioso club de copas The Cell Block (donde se presenta el freak poetayuppie y localización en la cual la fotógrafa sexy interpretada por Gina Gershon hace su aparición ante el atolondrado Brian). Pero la referencia que lo enlaza con el mundo de la casquería de asesino en serie llega de la mano del novelista Bret Easton Ellis. El autor cita el film en su American Psycho (1991), además de situar al desquiciado Patrick Bateman viviendo en el mismo edificio de apartamentos que el actor Tom Cruise.
Regresando a la cara soleada del invento, al momento «happy together», paramos en el arcén para reverenciar una banda sonora tan completa como la que se compiló para la ocasión. De Bobby McFerrin a Starship, de Robert Palmer a Ry Cooder, o de The Georgia Satellites a The Beach Boys, todos encuentran buenos asientos para ofrecer sus manjares. Sin embargo merece la pena rendirse ante el gancho de ese «Kokomo» planteado por unos Chicos de la Playa en horas bajas. Lejanos del surf primigenio, pero deseando bañarse en las playas más paradisíacas, Mike Love se reúne con los artistas y compositores Scott McKenzie, John Phillips y Terry Melcher para montarse esta especie de calypso pop rendido a los steel drums. El tema se grabó con The Beach Boys para la banda sonora de Cocktail en 1988, sirviendo de cebo un año después para la compra del Still Cruisin’ de aquellos muchachos, ahora maduritos, que popularizaron el «Surfin’ USA». Y es que la cosa no salía de la nada, ya que también el 18 de noviembre del 88 habían impactado en televisión. Se emitía el sexto episodio de Padres forzosos en su segunda temporada, y allí aparece la banda para cantar junto a la familia Tanner «Kokomo» (John Stamos, miembro del reparto, giró ayudando en los coros, las guitarras y la percusión al conjunto de leyendas). Puro sirope pegajoso que tanto gusta a la clase media norteamericana.