CAZAFANTASMAS, LOS
(Ghostbusters, 1984)
Estudio: Columbia Pictures. Director: Ivan Reitman. Intérpretes: Bill Murray, Haroid Ramis, Dan Aykroyd, Rick Moranis, Sigourney Weaver, Ernie Hudson, Annie Potts, William Atherton. Duración: 103 minutos.
Hablar de Saturday Night Live es hacerlo de una de las canteras más importantes de la comedia estadounidense cuya historia se extiende ya a lo largo de cuatro décadas. Desde 1975 hasta la actualidad se lleva emitiendo este programa en la cadena NBC, y ha representado el trampolín desde el que se han elevado al estrellato actores como Chevy Chase, Eddie Murphy, John Belushi, Billy Crystal, Dana Carvey, Mike Myers o Adam Sandler, por citar unos pocos entre la interminable lista. En los primeros años de andadura de dicho espacio encontramos a dos de los protagonistas de la inolvidable Los cazafantasmas: Bill Murray y Dan Aykroyd. Parece increíble que el mismo actor que protagonizara junto a la hoy tan de moda Scarlett Johansson la infumable y soporífera Lost in Translation (huy lo que han dicho…) sea el mismo que nos hizo reír a mandíbula batiente en este clásico del cine ochentero. Afortunadamente, en Los cazafantasmas Ivan Reitman supo sacar lo mejor de Murray, Aykroyd y compañía para mantenernos pegados a la pantalla y, lo que es incluso más importante, entretenidos.
Una de las cosas que más llaman la atención de esta película es el que podríamos denominar «efecto Tres Mosqueteros» que se produce en el espectador. ¿O acaso usted recordaba que Los cazafantasmas eran cuatro y no tres? Veamos… Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis y… cuesta acordarse pero el cuarto era Ernie Hudson. Quizá por eso de que el hombre se une al grupo a mitad de la película y en condición de empleado que atrapa fantasmas «sólo por la pasta» (esos Faemino y Cansado que no falten) no nos venía a la memoria, pero hay que reconocer que el bueno de Ernie tiene tres o cuatro intervenciones realmente hilarantes en la cinta. Pero la black people no sólo quedaba representada en la película por Hudson, sino que si aguzamos la vista descubriremos al ultra encasillado Reginald Veljohnson en un brevísimo papel haciendo de… policía, premio para el caballero. Y luego hablamos de Resines… El caso es que el futuro Carl Winslow ya hizo sus brevísimos pinitos en Los cazafantasmas como agente de la ley y el orden en la escena que muestra a nuestros héroes en una celda acusados de supuestos daños al medio ambiente.
La historia de Los cazafantasmas comienza cuando a los científicos Peter Venkman (el apático, Bill Murray), Egon Spengler (el serio y pintiparado Harold Ramis) y Ray Stantz (el entusiasta, Dan Aykroyd) les retiran la subvención para sus investigaciones en el mundo de la parapsicología y los fenómenos extraños. De esta manera, se ven obligados a montarse un negocio por cuenta propia basado en acabar con fantasmas y demás apariciones que se dediquen a hacer la puñeta al personal. Claro, que de haberse situado la acción en España en primer lugar la subvención ni la habrían olido, pero ese es otro tema. Lo importante es que el inicial trío comenzará haciéndose con el mercado de la eliminación de fantasmas en plan monopolio para rematar la faena salvando al mundo de la ira de Gozer, antiguo dios sumerio de la destrucción cuyo enviado resultará ser un muñequito de los marshmallows tamaño Godzilla. Y todo al ritmo de la famosa canción de Ray Parker Jr. por la que fue acusado de plagio por Huey Lewis.
Los cazafantasmas, hilarante cuarteto en lucha contra el ectoplasma.
Anécdotas musicales y cantes de efectos especiales aparte —era 1984, no nos olvidemos— Los cazafantasmas resultaría un muy digno entretenimiento plagado de bromas geniales que nos permitió conocer un poco más y deleitarnos con cracks de la comedia como Murray, Aykroyd, Ramis, Reitman o el mismísimo Rick Moranis, fantástico en su papel de vecino tontín y un tanto pesado aunque entrañable. Los Cazafantasmas se sigue alzando más de dos décadas después de su estreno como ejemplo perfecto de cuando el cine de palomitas y sillón todavía no había perdido la virtud de hacernos pasar un fenomenal rato.