Capítulo VII
HÉROES, DRAGONES Y ESTRELLAS DEL CÓMIC
«Disneylandia es el mundo real, la fantasía es lo que está fuera»
(Walt Disney)
En los albores de la década de los 80 se vive un notable boom del género fantástico, en toda la extensión del término. Spielberg y Lucas habían abierto las compuertas con sus espectaculares, imaginativas y exitosas producciones, así que era cuestión de tiempo que aquello se convirtiera en una tendencia a seguir con mayor o menor acierto. Una vez que las aguas comienzan a correr con fuerza, proliferan toda una serie de títulos, tanto asociados a presupuestos fastuosos como cercanos a la serie B que tiñen de brillante color un panorama político internacional de lo más gris y deprimente. El género de espada y brujería va a vivir una época dorada. Muchos citan Conan el bárbaro (1982) Como la película que pone de moda las historias de guerreros, magia y monstruos de todo tipo, aunque posiblemente es el Excalibur de John Boorman (1981) con su olor a peliculón el largometraje que abre la veda y deja claro que se puede hacer cine fantástico sin caer en el ridículo. En aquel mismo 1981, Furia de titanes aparece casi de la nada rropulsada por el inmenso talento de Ray Harryhausen. Claro, que el año siguiente aparecería blandiendo la espada un Marc Singer en taparrabos —aquel Mike Donovan de V— que con El señor de las bestias se empeñaba de probar que en todo hay clases y visiones. Krull (1983) podría ser perfectamente otro ejemplo de film entretenido aunque meramente correcto en sus resultados.
La fiebre por la fantasía acarrearía consigo la realización de títulos tan emblemáticos cómo Cristal oscuro (1982) o Dentro del laberinto (1986), suspiros de genio que se desecaron como instantáneas de una época que difícilmente podrían haber existido en cualquier otra década. Aquellas películas gozaban de una estética irrepetible y característica de aquellos años, de igual manera que clásicos del género como La historia interminable o la maravillosa Los cazafantasmas (ambas de 1984) representan hitos indispensables de la década. Pero no todo era innovación en esto del imaginario heroico, esto que el 007 de Ian Fleming y el Superman de Jerry Siegel y Joe Shuster todavía darían mucho que decir en las numerosas secuelas que se pudieron ver en las salas de cine en la era del plástico.
En los años intermedios de la década se observó cierto agotamiento de la fórmula con títulos no redondos del todo o directamente fallidos como Legend de Ridley Scott (1985), Los inmortales (1986), tendencia que va a culminar en 1987 con engendros como Masters del universo y las raquíticas dotes interpretativas de Dolph Lundgren. Afortunadamente, la segunda mitad de los años 80 tenía preparados ases como La princesa prometida, RoboCop, Willow o Batman que dejaban abierta una ventana a la esperanza.