BICIVOLADORES, LOS
(BMX Bandits, 1983)
Estudio: Nilsen Premier. Director: Brian Trenchard-Smith. Intérpretes: Nicole Kidman, Angelo D’Angelo, James lugton, Bryan Marshall, David Argue, John Ley. Duración: 110 minutos.
En 1999 se estrena el que sería último largometraje del cineasta Stanley Kubrick. Eyes Wide Shut resultaría su título, una filmación en la que el matrimonio Cruise participaba para mayor desgracia de su relación en la vida real. Nicole Kidman acabaría partiendo peras con un Tom Cruise que durante los siguientes años no sabría por dónde le daba el aire con respecto al sexo femenino (y no hablemos de sus andanzas religiosas, pues son como para darle de comer aparte). La Kidman ya era en aquel punto de finiquito a todo un siglo la verdadera estrella hollywoodiense. Nadie lo dudaba, pues esa belleza de mujer pálida y porte señorial unida a un alto nivel interpretativo la habían puesto a jugar las ligas superiores desde que en 1989 estrenase Calma total de Rae Ingram, compartiendo escenas con Sam Neill y Billy Zane. Sin embargo, ¿qué había sido de la dama antes de su azarosa salida a los mares y despedida de la década de los 80? Aquí llega la mejor de las respuestas.
Una Nicole aún pipióla, nacida en Honolulu pero residente en Sydney, se estrenaba con quince añitos en el mundo de los videoclips apareciendo en el promocional grabado para la canción «Bop girl» de Pat Wilson. De ahí a desfogarse en la televisiva Five Mile Creek, uno de los seriales puntales en aquellos días en la tierra de los canguros, y finalmente topar con BMX Bandits. ¡Y todo sin desmarcarse de 1983! Menuda paliza para tan joven aprendiza. Sinceramente pocos debieron atisbar su profesionalidad y su nivel dramático, ya que al menos en nuestro país, y con la traducción del título imitando a Los bicivoladores, se la veía como la panochita nerd freak sobre dos ruedas. Nada tenía que ver con las protagonistas de esas epopeyas de high school con minifalda y el pelo siempre a la última. Los rizos exagerados y casi afro de la primera Kidman desconcertaban al más ducho en los modelitos de Llongueras.
Realmente la película no buscaba otra cosa que el dar rienda suelta a la moda del momento, promocionando así el mundo deportivo de bicicletas voladoras y en cabriola constante conocido como BMXing. Apoyándose en tan sano, aunque no por ello menos peligroso, ejercicio, Brian Trenchard-Smith dirige una insípida correría juvenil con malos y buenos, donde lo que prima son las astucias de los protagonistas sobre sus monturas. En eso uno queda servido, y hasta podríamos decir que saturado. Pero así es el mundo de las ruedas con radios. Póngase en situación. Años 80, con toda la rivalidad que imponen dos marcas como BH y BMX (por lo menos en la piel de toro). Algo así como el Amstrad y el Commodore en cuanto a primeros ordenadores caseros para infantes púberes se refiere. El típico crío que se presenta ante sus progenitores dando la tabarra en busca de lograr esa bicicleta a la última. Lo de la «marquitis», ya ve, viene de lejos. Encima van y, arrea, al último lanzamiento de BMX le ponen amortiguador central; que sí, que no sabe uno bien cómo lo va a amortizar dando vueltas a la manzana o paseando por el Retiro, pero ahí está lo cool. Si a eso se le suma una impagable promoción con película incluida, ya tenemos instantánea para el recuerdo generacional (esto lo dejamos en el aire, o igualmente se lo regalamos a los creativos de Coca-Cola para su próximo anuncio).
El resultado resumido quedaría en algo así como carreras y decenas de persecuciones que ni en los mejores episodios de Starsky & Hutch. Tres jóvenes a velocidades inusitadas sobre sus bicicletas (apúntenos a la buena de Nicole), unos ladrones despistados con más mala pata que el Inspector Clouseau, diálogos de chiste fácil, y un sinfín de desplazamientos de cámara en favor de las diabluras realizadas por los especialistas. Todo sea por embutirse en un equipo último modelo, estrenar ruedas y dar sentido a un campeonato local para los desheredados de la pedalada precoz. Aun así, sigue teniendo ese aire kitsch que la hace insustituible. Llámenos mentes enfermizas.