CARIÑO, HE ENCOGIDO A LOS NIÑOS
(Honey, I Shrunk the Kids, 1989)
Estudio: Walt Disney Pictures / Silver Screen Partnerts III. Director: Joe Johnston. Intérpretes: Rick Moranis, Matt Frewer, Marcia Strassman, Kristine Sutherland, Tilomas Wilson Brown, Jared Rushton, Amy O’Neill, Robert Oliven. Duración: 83 minutos.
El realizador Joe Johnston se estrenaba en el puesto de director con esta película que pretendía ser una especie de El increíble hombre menguante (1957) en clave de comedia de aventuras para todos los públicos. Reciente quedaba en el tiempo todavía El chip prodigioso (1987), film que podríamos considerar el antecesor más cercano de Cariño, he encogido a los niños. Hasta entonces Johnston era conocido en el campo de los efectos especiales visuales, sobre todo gracias a su participación en la saga galáctica por excelencia —y que nos perdonen los trekkies - Star Wars y en En busca del arca perdida, trabajo por el cual recibió un Óscar compartido con Richard Edlund, Kit West y Bruce Nicholson. En el caso de Cariño, he encogido a los niños, el reto era diferente. Habría que delegar la creación de los efectos especiales en otros y dedicarse simplemente a dirigir la película, todo ello bajo la supervisión de Walt Disney Pictures.
Ya se sabe lo que tiene trabajar con Disney. Medios técnicos y presupuesto casi infinitos pero con el riesgo de alcanzar las fronteras de la ñoñería en determinados momentos. Y sí, es cierto que en algunas ocasiones se rozaba peligrosamente dicho límite en la cinta que nos ocupa, pero todo quedaba superado gracias al ingenio del guión y las aventuras que Joe Johnston hacía vivir a los personajes, quedando finalmente un entretenimiento resultón, ágil y sorprendente. Rick Moranis hacía de despistado padre de familia (inventor para más señas) y responsable indirecto de la miniaturización de sus dos vástagos y los hijos de su vecino Russell Thompson, papel que recordaba poderosamente al de Murdock en El equipo A, y nos hacía preguntarnos en su momento si no sería realmente el mismo actor. Ay, qué ingenuos éramos. La película se convertía a partir de entonces en una desesperada y descacharrante búsqueda por parte de los padres y en una divertida lucha por la supervivencia en el desafiante jardín de los Szalinski por parte de los hijos.
Tenemos que reconocer que ciertos efectos especiales en Cariño, he encogido a los niños se notan demasiado vistos con ojos de hoy en día, pero se impone ser indulgentes dado el año en que se realizaron, todavía muy lejano de los primeros logros importantes en el campo de los gráficos generados por ordenador. ¡Era la época de los Spectrum, Amstrad y MSX, por el amor de Dios! En cualquier caso es de ley reconocer el ingenio de ciertas secuencias como la escena en la que Wayne Szalinski (Rick Moranis) está a punto de pisotear a los chavales en su laboratorio y acaba tirándolos a una bolsa de basura o ese trepidante paseo a lomos de una abeja por parte de Nick y Russell Jr. (Robert Oliveri y Thomas Wilson Brown, respectivamente). Por no hablar de ese tazón de Cheerios que a punto está de convertir a Rick Moranis en la versión moderna del protagonista del cuadro de Goya Saturno devorando a sus hijos. ¿Se le puede ocurrir un final más patético que acabar masticado junto a unos tristes cereales? A nosotros tampoco. Lástima que no se les pasara por la cabeza a Def Con Dos cuando componían «Pánico a una muerte ridicula». Tampoco deberíamos olvidar ese homenaje al maestro de la técnica stop motion Ray Harryhausen en los personajes de la hormiga y el escorpión gigantes —para los protagonistas del filme, claro está—. Después de Cariño, he encogido a los niños Johnston dirigiría películas como la ignorada The Rocketeer (1991), Cielo de octubre (1999), el «quiero y no puedo» Jurassic Park III y la más reciente Océanos de fuego: Hidalgo (2004), pero sin duda es Jumanji (1995) la que permanece con más cariño en nuestro recuerdo. Ahí Johnston pudo beneficiarse de los últimos avances de la animación por ordenador, dando forma a otro de los mitos del cine familiar, en este caso de los 90. Si se está preguntando por la secuela Cariño, he agrandado al niño de 1993 no busque el nombre de Joe Johnston en el puesto de director. El honor correspondió al brillantinoso que se dio un garbeo por el lago azul Randal Kleiser.