AMADEUS
(Amadeus, 1984)
Estudio: Republic Pictures. Director: Milos Forman. Intérpretes: Tom Hulee, F. Murray Abraham, Elizabeth Berridge, Roy Dotrice, Cbristine Ebersole, Jeffrey Jones, Simón Callow, Kenneth McMillan. Duración: 153 minutos.
Val Kilmer, encarnando a un excesivamente pasado y totalmente metafísico Jim Morrison en el largometraje The Doors de Oliver Stone, se refería a Erich Von Stroheim como ese villano al que no puedes hacer otra cosa que adorar, el hombre al que amas odiar. Una idea que encaja con el actor F. Murray Abraham en su papel del maquiavélico compositor de la corte Antonio Salieri. Abraham ya se había dado un buen paseo por la meca del cine, al igual que posteriormente seguiría apareciendo en filmaciones de lo más variopintas, pero no hay duda de su total encasillamiento para los restos en el rol que le ofreció Milos Forman. Desde una mirada infantil pronto se le identifica como el coco maligno, ese hombre del saco que quiere hacer desaparecer al héroe de turno por simple placer. Con la edad, y conociendo las colas del INEM, hasta el más despistado se percata de que cuando está en juego un plato caliente en la mesa, amigo, no te andes con mascaradas de salón.
Y es que aguantar al hiperactivo Tom Hulee metido de lleno en un Mozart hasta arriba de alucinógenos (si no es así, de qué esa risilla made in Loreto Valverde) no es labor de cualquier chiquilicuatro. Ante todo si ese gracioso de turno, niño repelente en lo modélico de su cerebro superdotado para la música, se pone a dejarte en un segundo plano en plena corte. Ni hablar, hasta ahí podíamos llegar. Abraham se arma de valor para hacérselas pasar canutas al imberbe mujeriego que es este Amadeus de bolsillo, gigoló de llavero. Sin embargo, qué sería de esta extensa película sin la originalidad en actos de un Hulee extremo y crecido ante un papel que podría resultar insípido en una mirada sesgada. Kenneth Branagh perdió su oportunidad de interpretar al geniecillo, aunque el futuro le reuniría con atuendos de época con su rival en los castings para un lanzamiento de bemoles. Tom Hulee resultaría años después elegido para hacer de segundón del Doctor Victor Frankenstein, interpretado por el propio Branagh, que dirigía el tinglado. El amigo buenazo que jamás se quedará con la chica y que sirve de comparsita. ¿Una posible venganza de Kenneth? Quién sabe. Lo cierto es que el actual ex marido de Emma Thompson se buscó a «resuelve problemas» De Niro para ponerse en la piel del monstruo. Ahí queda eso.
Saltemos ahora a 1985, sólo un año después de que Amadeus llegue a la gran pantalla y estalle la moda de lo retro (excesivamente retro, que diríamos). «Rock me Amadeus» del austríaco Falco, compuesta por él y los hermanos Rob y Ferdi Bolland, sale a la luz. Se edita ese año y el 29 de marzo de 1986 copa el número 1 del Billboard Hot 100. Fue un verdadero one-hit wonder, como muchos otros en la década de los 80, pero durante una buena temporada se lo llevó muerto gracias a aquel pavisoso estribillo cuya base instrumental poseía la rara cualidad de fusionar el techno pop con los aires de la música clasicista. Lo que se rieron de él es inenarrable, aunque las mofas son menos con pan y con la buchaca llena de monedas calientes.
Pero no cerremos este capítulo fílmico sin hablar de su director. Un auténtico abducido de las invasiones alienígenas, aunque él aún no lo sepa, claro está. Si no es así, quién nos explica que tras presentar largometrajes de la calidad de Alguien voló sobre el nido del cuco o este Amadeus, pueda estancarse en un bochorno sin pies ni cabeza como Los fantasmas de Goya. Él, alquimista que convirtió el musical norteamericano «Hair» en una de las películas más emotivas de la segunda mitad de los 70, se hundía en aguas cenagosas con su proyecto de 2006. No es sencillo hablar de un genio que ha dejado momentos irrepetibles como el biopic sobre la carrera del humorista maestro de lo absurdo Andy Kaufman (Man on the Moon, 1999) cuando estás en una sala de cine atragantándote con los ya casi siete euros gastados. En fin, no se puede tener todo, y hasta el más diestro espadachín se deja estocar en ciertas ocasiones para seguir demostrándose que es de este mundo. Esperemos que para la edición de Amarillo Slim le tengamos tras la cámara con igual aguante y sabiduría que cuando en el 84 encarrilaba la carrera de Tom Hulee.