SECRETO DE LA PIRÁMIDE, EL
(Young Sherlock Holmes, 1985)
Estudio: Paramount Pictures / Amblin. Directores: Barry Levinson. Intérpretes: Nicholas Rowe, Alan Cox, Sophie Ward, Anthony Higgins, Freddie Jones. Duración: 105 minutos.
El pensamiento en búsqueda de un comentario audaz tras ver este largometraje, esa frase que resuma con acierto la obra que nos ha alimentado durante 109 minutos, quedaría tal que así: ¿Qué pasaría si en verdad Holmes y Watson se hubiesen encontrado por primera vez en sus días de estudiantes de instituto? Aquí tendríamos un buen punto de partida, sin embargo seguiría ocultando una realidad que no debemos saltarnos a la torera. El cine de entretenimiento, en ese fin de enganchar a grandes y chicos por igual, ha recurrido en bastantes ocasiones al efectivo juego de manos que es poner al párvulo realizando acciones que no pertenecen a su edad. ¿Acaso tenemos que tirar del referente Bugsy Malone para que nos crean?
Aun así, y aunque esto pueda plantearse como un pero, la realidad es bien distinta. Cierto es que no hay casi filosofía tras tan jóvenes caracteres, siendo el bien y el mal dos sentidos opuestos que no dejan huecos para matizaciones oportunas. Una visión sin duda americanizada de tan literario personaje, hecho que no quita para que el guión guarde más de una referencia a las novelas originales. Posiblemente la más destacable es el error que comete Holmes al conocer a Watson, ya que en una de sus charlas le nombra como James en lugar de John. Parece ser que esto retrotraería al más estudioso en las ciencias detectivescas a un relato de Conan Doyle en el que la esposa del médico le llama así en lugar del ya citado nombre de pila. Ahora que, como decimos una cosa exponemos otra, en este caso el garrafal fallo al tomarse libertades en favor de plantear un guión en el que los adolescentes venzan a sus mayores. El secreto de la pirámide muestra al espectador el encuentro entre Sherlock y el inspector Lestrade, aunque al poner al segundo en la edad adulta parece incurrir en una metedura de pata apabullante.
No removeremos las aguas de esas pequeñas ciénagas, sobre todo encontrándonos ante uno de los promotores que más ha hecho por la arqueología junto con toda la saga de Indiana Jones. El hecho de que la sociedad secreta que ha comenzado a realizar asesinatos misteriosos y ritos ancestrales esté basada en creencias religiosas sacadas del imperio egipcio pone un acicate sobre la mesa para los que buscan algo más que carreras, misterio y buenas dosis de acción para chavales. Quién puede olvidar aquella apoteósica pirámide en la que se producían actos innombrables. Entre esto, y la posibilidad de resolver algunas incógnitas que el futuro Holmes siempre termina por plantear a sus seguidores (su vida sigue siendo un sinsentido de pedantería aristocrática y ojo analista refinado), Young Sherlock Holmes cumple su función. Un resultado que no recibió precisamente los vítores esperados en la recaudación de salas. Poco o nada importó el uso de los CGI para crear un personaje de ordenador totalmente creíble (la vidriera con vida propia y guerrero malhumorado), el fracaso puso en la picota la idea de segundas partes.
Saliendo en ayuda del pobre Watson, aclarar que por algo preferiremos sin pestañear la británica Without a Clue a la hora de volver a visitar o adaptar a Conan Doyle. Y no porque aparezcan Michael Caine o Ben Kingsley, al igual que tampoco por ser una de las mejores comedias europeas de los ochenta (que serían dos razones a tener en cuenta, pero que muy mucho); es ante todo por el hecho de tratar al bueno de John como el alma del dueto. Sí, Holmes continuará siendo deseado y respetado, pero en aquella filmación entendemos que el doctorcillo es auténticamente el rey del cotarro. Menudo pleno. Por cierto, la próxima vez que vea esta película haga el favor de aguantar hasta el final.