POLTERGEIST
(Poltergeist, 1982)
Estudio: Metro-Goldwyn-Mayer. Director: Tobe Hooper. Intérpretes: Craig T. Nelson, JoBeth Williams, Heather O’Rourke, Beatrice Straight, Oliver Robins, Dominique Dunne, Zelda Rubinstein, Martin Casella, Richard Lawson, Michael McManus, James Karen, Loti Perryman. Duración: 109 minutos.
La voz de una niña suena con tono burlón frente a un televisor sintonizado en ningún canal: «Ya están aquí». Nos encontramos ante una de las imágenes arquetípicas del cine de terror ochentero. La tierna infante se llamaba Heather O’Rourke, y nos referimos a ella en pasado puesto que fallecería a la edad de trece años, en un 1988 en el que se estrenaba la tercera parte de Poltergeist. De ahí toda la leyenda negra que acarrea la película de Tobe Hooper (basada en una historia de Steven Spielberg) y sus inferiores secuelas.
El título de la película —procedente del alemán y cuyo significado viene a ser «duende ruidoso» o «duende travieso»— era engañoso, dado que si bien en el largometraje se planteaba este tipo de fenómeno paranormal, no faltaban otros elementos como las casas encantadas, los fantasmas, las teleportaciones o la transcomunicación instrumental, método que empleaba el grupo de investigadores que acudía a la casa de la familia Freeling. Por medio también quedaban unos cuantos cubiertos doblados, y eso que no andaba Uri Geller por allí, y unos extraños e inexplicables movimientos de sillas. Por cierto, esta última escena de las sillas y la mesa sería calcada posteriormente en el clásico de M. Night Shyamalan El sexto sentido (1999), queremos creer que a modo de homenaje al film de Tobe Hooper. Una película para la que no se escatimó en presupuesto, de ahí su espectacularidad casi constante durante sus casi dos horas de duración. Como era de esperar, la cinta recuperaría con creces el dinero desembolsado, llegando a convertirse en uno de los mayores éxitos de 1982.
La mano maestra de Tobe Hooper —especialista en el género del terror desde aquella legendaria La matanza de Texas de 1974— conduciría a buen puerto el guión de Spielberg, Michael Grais y Mark Victor gracias a secuencias imaginativas e inquietantes y giros arguméntales de los que tanto gusta el cine de este género. Cómo olvidar el agónico rescate de la pequeña Carol Anne o esos minutos finales en plan fin de fiesta apoteósico, o ese detalle para cerrar el círculo que consiste en ver a Craig T. Nelson sacando el televisor fuera de la habitación del motel Holiday Inn. Parece mentira que el mismo Hooper se dedicara a dilapidar el prestigio conseguido en el resto de la década con títulos menores como Fuerza vital, Invasores de Marte o la segunda parte de La matanza de Texas.
Poltergeist, que alguien llame a Iker Jiménez.
Con todos los ingredientes citados, Poltergeist se convertiría en todo un acontecimiento de los 80 y uno de los títulos más terroríficos de la década, al tiempo que un prodigio de los efectos especiales. Sin embargo, la realidad siempre acaba superando, tristemente, cualquier ficción. Para horrible el episodio final de la vida de la joven actriz Dominique Dunne, quien interpretaba a la hermana mayor de Carol Anne y Robbie. Dunne sería estrangulada por su novio John Thomas Sweeney en el mismo 1982. A punto de asfixiarse estuvo también el bueno de Oliver Robins (Robbie) en la famosa escena del payaso de juguete. Un personaje el de Robbie diseñado a imagen y semejanza de un Steven Spielberg atemorizado en su infancia por los payasos y un árbol situado frente a la ventana de su habitación.