MANO, LA
(The Hand, 1981)
Estudio: Orion Pictures Corporation. Director: Oliver Stone. intérpretes: Michael Caine, Andrea Marcovícco, Annie McEnroe, Bruce McGill, Viveca Undfords, Mara Hobel, Nichoias Horniann. Duración: 100 minutos.
Para empezar este análisis retrotráigase a aquellos insuperables capítulos de La familia Addams. Y si no pudo vivirlos, intente visualizar el espacio que en los años 90 se le dio a tan peculiar familia en la gran pantalla. Gómez, Morticia, Fétido, Pugsley, Miércoles, Abuela, Eso, Lurch y Cosa. ¿Recuerda? Fijémonos en Cosa, aquella mano con vida propia que se comunicaba con el resto de los Addams por el código Morse o igualmente por el lenguaje de signos. Bien, ahora demos un giro radical a su carácter. ¿Y si en lugar de una mano bondadosa se convirtiese en la extremidad del mal? ¿Una mano asesina? ¡Claro! Ya tenemos una base, inicio que no salía de la nada a la hora de referirnos a la película The Hand.
Un todavía en estado de rodaje Oliver Stone, cogiendo tablas a marchas forzadas, se atrevía con un guión basado en la novela de Marc Brandell The Lizard’s Tail. Aunque no sólo tenía dicho punto de partida, ya que la filmación de 1946 titulada The Beast with Five Fingers haría lo suyo por corroborar una idea ya escogida. Aquella de mano con dedos de pianista, falanges, falanginas y falangetas dedicadas 24 horas al exterminio sistemático en una villa italiana. La extremidad de músico se convierte en 1981 en una de artista gráfico, un auténtico dibujante de tiras cómicas interpretado por el británico Michael Caine. La del 46 también tenía a su gran estrella, un Peter Lorre que en ese mismo año aparecía en The Verdict, The Chase, Ángel negro o Tres extraños. Y aunque el distanciamiento saltaría a la legua, ante todo debido a los mayores medios con los que contó Stone para su trabajo, la magia sigue tras la trama original. ¿Será el hombre que ha perdido la mano el misterioso asesino o serán esos cinco dedos los que realmente han regresado para vengar todos los males que le suceden al protagonista?
Pongámonos en situación. Caine es John Lansdale, un dibujante que se gana la vida lo mejor que puede con un cómic de su creación titulado «Mandro». Ese es igualmente el nombre del protagonista del tebeo, un guerrero al estilo de Conan El Bárbaro. Este personaje no le ha hecho mundialmente famoso, pero al menos se ha ganado una camarilla de acólitos que le mantienen en el candelero. Su esposa Anne (Andrea Marcovicci) se ha cansado de vivir en la monotonía de un hogar que ya no siente suyo. La huida para ella es inminente, buscando refugio para sus pesares en una congregación de ejercicios espirituales y gimnásticos, una institución dirigida por un comecocos de salón ataviado al más puro estilo Rudolf Nureyev. Los rifirrafes y las tensiones están a la orden del día, y será durante uno de ellos cuando se masque la verdadera tragedia. Mientras se desplazan en coche, y en plena discusión acalorada en plan ultimátum a la tierra, realizan un adelantamiento indebido que acaba costándole una mano al copiloto del coche, es decir, a Lansdale. Comienzan los pesares, tanto físicos como psicológicos.
Aquí no destacan únicamente los asesinatos que se producen tras el accidentado suceso —que, por cierto, menuda casualidad que todos tengan que ver con cada pensamiento que contraría a Caine—, igualmente cobra gran valor la respuesta de la psique del protagonista ante su nueva vida. Descubre que su mujer ha cambiado en cierta forma de proceder, abandonando latente su deseo de escapar. Por otro lado debe seguir ganándose las judías, así que le proponen escribir los guiones de un futuro «Mandro» que dibujará un artista seguidor de su obra. John sabe que en cuanto gane dinero y se pueda valer por sí mismo perderá a su esposa y, todavía peor, a la persona que más adora, su pequeña hija amante de los lapiceros y primera fan de la labor de su progenitor. Dudas y más dudas, algo que curiosamente también parece sufrir su querido guerrero cuando cae en las garras del nuevo dibujante. Esto contraría totalmente a Michael Caine, ya que su concepción primera y única siempre fue la de un luchador más bien machista, no la de un Freud en taparrabos.
Todo lo subrayado se entremezclará con una trama de sobrenaturales vueltas a la vida de una mano que juega al esconder. El terror de la filmación no pretende tirar de litros de sangre o escenas desagradables. Lo verdaderamente inquietante es saber si es Lansdale o su mano la que está tomándose la justicia por su ídem. No desvelaremos la verdad, preferimos aceptar apuestas.