INDIANA JONES Y LA ÚLTIMA CRUZADA
(Indiana Jones and the Last Crusade, 1989)
Estudio: Lucasfilm / Paramount Pictures. Director: Steven Spielberg. Intérpretes: Harrison Ford, Sean Connery, Alison Doody, Denholm Elliott, River Phoenix, John Rhys-Davies, Julián Glover. Duración: 122 minutos.
Más acción. Más momentos de comedia. Más aventuras. Incluso la posibilidad de ver cómo era Indy en sus años mozos y de conocer a su padre, ese estricto Henry Jones Sr. encarnado por un magistral Sean Connery. Con estas premisas no sería exagerado asegurar que Indiana Jones y la última cruzada prometía ser la aventura definitiva —y la última de todas— del hombre del látigo y el sombrero interpretado por Harrison Ford. Ahora sabemos que Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull será la última de todas, aunque quién sabe, igual acabamos viendo una vez más al bueno de Harrison en la piel de Indiana, esta vez con una boina en lugar de su característico sombrero y con la garrota ocupando el lugar de su látigo. Lo que está claro es que la tercera parte de la serie de aventuras por excelencia de George Lucas y Steven Spielberg se postula como la mejor de todas.
La película daba comienzo de la manera más atractiva posible, y nos mostraba cómo había construido el joven Indy su imagen paradigmática a partir de la de un cazatesoros al que trataba de arrebatar la cruz de Coronado, todo un tesoro arqueológico. El joven Indiana Jones era interpretado por River Phoenix, actor precoz que había sido nominado al Oscar por Un lugar en ninguna parte en 1988 y pieza fundamental en dos de los clásicos del cine juvenil de los 80: Exploradores (1985) y Cuenta conmigo (1986). El tiempo demostraría que la imagen de chaval sanóte mostrada en sus primeras apariciones en el mundo del celuloide no era más que un espejismo, ya que Phoenix moriría en 1993 a las puertas del club Viper Room de Los Angeles, propiedad de Johnny Depp. Una sobredosis causada por un cóctel mortal de drogas terminaba con la vida de uno de los actores más prometedores de su generación. Pues bien, dicho segmento inicial del film inspiraría la creación de una serie para la televisión de 22 episodios, en la que sería Sean Patrick Flannery el encargado de meterse en la piel del joven Indy.
Lo que venía a continuación se puede considerar como la sublimación de todo lo que significaban las películas de Indiana Jones hasta el momento, introduciendo la novedad de la interacción absolutamente genial y de una comicidad pasmosa entre Harrison Ford y Sean Connery en su disparatada búsqueda del Santo Grial. Por medio aparecían (cómo no) los nazis, enemigos por antonomasia del bueno de Indy, quien acababa por los azares del destino en un fugaz cara a cara con el propio Adolf Hitler. El toque femenino y de romance de la película lo añadía la deslumbrante irlandesa Alison Doody en su papel de la doctora Elsa Schneider. Resulta curioso comprobar con el paso de los años cómo en una de las películas que mejor ha recogido el legado de la saga de Indiana Jones, La búsqueda (National Treasure) se buscó como contrapunto de Nicolas Cage a una actriz de asombroso parecido con Doody. Estamos hablando en este caso de Diane Kruger. El final de la película es conocido por todos, y aunque previsible, no por ello resultaba menos espectacular. Lo verdaderamente importante era la cantidad de vicisitudes que tenían que atravesar los dos Jones, el doctor Marcus Brody —otro tipo verdaderamente hilarante, interpretado por Denholm Elliott— y Sallah, en el que los más avispados descubrirán a un postrero Gimli en la figura de John Rhys-Davies.
Papá Jones e Indiana, enredos de familia.
La película se rodó en lugares como Estados Unidos, Italia e incluso España, pero la localización emblemática de la tercera entrega de Indiana Jones es sin ninguna duda Petra, la ciudad monumental de los nabateos situada en territorio jordano. Muy pocos spots o agencias de turismo habrán superado y ni siquiera igualado el poder de convocatoria de las últimas escenas de este título. Después de ver aquellas tomas muchos se comenzaron a sentir atraídos por ese enclave tan espectacular, y podemos apostar que a partir de entonces aumentó considerablemente la afluencia de turistas a ese lugar.
En un tiempo en el que algunos ensalzan películas resultonas aunque ni de lejos sobresalientes como El código Da Vinci, que recogía en cierto modo la esencia de la búsqueda del Grial planteada por Indiana Jones y la última cruzada, se echan en falta films como el que nos ocupa, que le dejaban a uno obnubilado frente a la pantalla del cine o del televisor desde sus primeros compases hasta su conclusión. Cierto es que ha habido cintas que recogían con dignidad el testigo de la mítica saga (se nos vienen a la cabeza nombres como La momia de 1999 o la ya citada La búsqueda de 2004), pero no menos cierto es que en muchos aspectos aquellas películas de los 80 se han mostrado con el paso de los años insuperables en su género. Por último, no podemos dejar de comentar el homenaje cañí por excelencia a los últimos compases de Indiana Jones y la última cruzada, esa escena alucinante de La gran aventura de Mortadelo y Filemón en la que Mortadelo es rescatado de la muerte gracias a ese recipiente de mágicas propiedades al que Pepe Viyuela (Filemón) bautiza en pleno delirio como «La Copa Davis». Descacharrante documento, vive Dios.