Capítulo IV
HAZLES REÍR, EL RESTO ES PAN COMIDO
«Hazles reír, hazles reír, ¿no sabes que cada uno quiere reír? Mi padre dijo: Tienes que ser actor, pero de los cómicos»
(Donald O’Connor)
Lo que nos pudimos reír… No hay duda de que los años 80 fueron una época dorada para la comedia. Se podría hablar de la televisión como un factor fundamental en la propagación de toda una nueva generación de cómicos que habían comenzado a dar sus primeros pasos en la década anterior. De la llamada caja tonta de rayos catódicos surgirían espacios como Saturday Night Live o Monty Python’s Flying Circus, destinados a nutrir las pantallas de cine de talentos capaces de generar oleadas de carcajadas entre la audiencia. La música también jugó un papel importante en la comedia, como demuestran casos como los de Cheech & Chong o el maestro de la parodia musical ochentera Weird Al Yankovic, propulsado por el advenimiento de la era del videoclip. Claro, que para parodias magistrales las de las llamadas spoof movies, todo un subgénero de la comedia creado al abrigo de títulos como ¡Aterriza como puedas! de Jim Abrahams y los hermanos Zucker o La loca historia del mundo del estrambótico Mel Brooks. De ahí nacerían títulos tan recordados como Top Secret (1984), Loca academia de policía (1984) o La loca historia de las galaxias (1987), por no mencionar la cantidad de películas que explotaron y siguen explotando la fórmula décadas después.
No faltaron tampoco en las proyecciones ochenteras variantes como la comedia de aventuras —cuyo máximo representante fue probablemente el dúo formado por Tras el corazón verde y La joya del Nilo—, la comedia adolescente —John Hughes, a sus pies—, la comedia fantástica —pongamos por caso El chip prodigioso— o la comedia romántica de títulos como ¿Qué pasó anoche?, La chica de rosa, Un, dos, tres… Splash! o Cuando Harry encontró a Sally y su ultra repetido orgasmo fingido en la voz de Meg Ryan. Nunca hubo tantas oportunidades para reírse viendo una película, al igual que tampoco faltaron representantes de la llamada alta comedia como Woody Allen o Blake Edwards. En definitiva, de todo y para todos los gustos, de modo que nunca es mal momento para rebobinar y dejarse seducir una vez más por los heraldos de la carcajada ochentera.