Capítulo V
LA FICCIÓN CIENTÍFICA
«La ciencia es la progresiva aproximación del hombre al mundo real»
(Max Planck)
1977 marcó sin lugar a dudas el devenir de la ciencia-ficción durante la década posterior. Dos películas y dos apellidos consiguen en aquel año poner el nombre del género en boca de todos. Encuentros en la tercera fase y La guerra de las galaxias o lo que es lo mismo, Steven Spielberg y George Lucas, devuelven de la noche a la mañana la dignidad a un género comúnmente denostado por los críticos cinematográficos más rancios. En la ceremonia de los Oscar de 1978 el triunfo es patente, e incluso llegan a resonar en el Dorothy Chandler Pavilion los nombres de Lucas y Spielberg como nominados en la categoría de Mejor Director. Este significativo hecho, unido al ciclópeo éxito en taquilla de esas dos producciones, constituye el golpe de timón necesario para que de repente todo el mundo del cine comience a ver a la ciencia-ficción con buenos ojos.
Una vez zambullidos en la década de los 80, se constata la popularidad del género, subrayada por su fusión con otras disciplinas cinematográficas como el terror o la comedia, de tal manera que en ocasiones resulta complicada una clasificación certera de algunos de aquellos films. Películas como La cosa (1982) o Aliens, el regreso (1986) juegan al tiempo con los postulados de la ciencia-ficción y los del horror, de la misma manera que títulos como Cocoon (1985) o Las alucinantes aventuras de Bill y Ted (1989) plantan un pie en el melodrama o la comedia. Al igual que ocurrió con otros géneros en la década que nos ocupa, es palpable la tendencia de la ciencia-ficción ochentera a dirigirse hacia una audiencia más amplia, a acercarse a lo que hoy denominaríamos como cine familiar o para todos los públicos. En este sentido es fundamental citar E.T. El extraterrestre (1982) como punto de inflexión clave para entender este fenómeno. A partir de ahí llegarían tanto joyas como Regreso al futuro (1985) como fiascos como Cortocircuito (1986), las dos caras de la misma moneda.
Pero más allá del colorido y animado universo que ofrecían producciones como las citadas en las líneas anteriores, no faltaron las incursiones en mundos futuros oscuros y depravados, distopías como las reflejadas en Blade Runner (1982), Brazil (1985) o Perseguido (1987) que recordaban a un planeta todavía sumergido en la Guerra Fría que nuestro porvenir también podía parecerse a un verdadero apocalipsis. En todo caso, la representación en el celuloide de las fantasías planteadas en las películas de ciencia-ficción requería la concurrencia de efectos especiales lo más espectaculares posibles. A este respecto, la década de los 80 trajo consigo una serie de avances significativos que hicieron factible la reconversión de un género que en la década anterior había alcanzado su techo creativo en este campo. Así, nombres como los de Richard Edlund, Rick Baker, Cario Rambaldi, Douglas Trumbull o los de compañías como Industrial Light & Magic o Fantasy II Film Effects, por citar unos cuantos, se transfiguran en auténticas estrellas del firmamento cinematográfico ochentero.