PRINCESA PROMETIDA, LA
(The Princess Bride, 1987)
Estudio: 20th Century Fox, Director: Rob Reiner. Intérpretes: Cary Elwes, Robin Wright Penn, Mandy Patinkin, Chris Sarandon, André The Glant, Peter Falk, Fred Savage. Duración: 97 minutos.
Espere lo inesperado, sobre todo en una obra de filias por el séptimo arte escritas por dos enfermos de la cultura pop más trash como los que en estas páginas se juntan. Quién podría pasar por alto la chispeante y pegajosa relación amorosa-sentimental de la pareja formada por Cary Elwes y Robin Wright Penn. ¿No es cierto que las comparaciones con otros largos de aventuras en clave de espadachines y piratas podrían salir a flote en nuestra memoria y ayudarnos a iniciar este texto? Pues no, únicamente algo resuena en aquellas cavernas: «¡André, André, André!». Sí, estimado lector, el gancho emocional nos traslada a principios de los años 90, y a un canal televisivo que responde al nombre de Tele 5. Allí descubrimos la WWF o, como ellos titulaban el invento, Pressing Catch. La idea de la cadena era poner curiosos títulos a sus espacios de retrasmisiones deportivas, y todos debían comenzar con lo de pressing. Quién les iba a decir que las dos palabras servirían para citar desde entonces hasta la eternidad en nuestra piel de toro la americana lucha libre. En fin, no se deje llevar por nuestro griterío en burda imitación al mítico Héctor del Mar (hombre de sillitas eléctricas y colodrillos golpeados), e intente hacer memoria en busca del coloso amigo de los niños que era André El Gigante. Cuando aquel tipo bonachón salía al cuadrilátero era como ver al Padre Abraham de los Pitufos aparecer puesto de esteroides. Uno de los luchadores más queridos en aquella federación junto con Hulk Hogan, además de una de las leyendas del género (en 1975 ya aparecía en la filmación The Wrestling Queen como Jean «The Giant» Ferre). Posiblemente el tener este condimento una película de Rob Reiner era lo último que le faltaba para cubrir sus cotas de humor absurdo.
¿Cara de incomprensión ante las últimas palabras leídas? Veamos, ya que tiene fácil explicación. André hacía en el largo de él mismo, es decir, de un gigante de cuento, sólo que en la historia se hace llamar Fezzik. En La princesa prometida surge acompañado de otros dos actores con los que cerrar un trío que imita la clásica fórmula de los clowns. Un irreconocible Mandy Patinkin y el siempre desternillante por sus neuras Wallace Shawn consiguen dar aire de verídico a este tridente junto a la bestia gentil, que ofrece el mejor de los ritmos a la primera mitad de esta comedia romántica. Volvamos a André y a su papel de descomunal adversario que de primeras parece analfabeto, pero que en escasos fotogramas se revela como rimador profesional y auténtico filósofo. ¿A quién no le recuerda este personaje al que años después se calcaría en el indispensable serial Parker Lewis nunca pierde? ¿No podríamos hablar de un hipotético hermano mayor del Larry Kubiac estudiante Flamingo que nos encandiló en tan memorable serie cómica? Los 80 es lo que tienen, fuente imparable de recursos para un mañana colorido y lejano de malos rollos. Pero no es caso de dedicarle un monográfico al luchador de las causas nobles, aunque bien se lo mereciese.
Lo cierto es que La princesa prometida quedó como el refrito humorístico de las clásicas filmaciones aventureras de los estudios norteamericanos que a principios de los años 50 causaban furor. Más en concreto sería referirse a dos verdaderas joyas interpretadas por el atlético Burt Lancaster y su inseparable hombre de goma Nick Gravat. Y es que el Westley que interpreta Cary Elwes tiene algo de aquel Dardo Bartoli de The Flame and The Arrow, al igual que otro tanto del Capitán Vallo protagonista en The Crimson Pirate. No dejaremos pasar los hermanamientos con otros galanes embravecidos como Errol Flynn, Douglas Fairbanks o Gene Kelly (por lo menos en Los tres mosqueteros del 48), pero era de honor quitarse el sombrero en reverencia ante la etapa salvaje del tito Burt, y así lo hacemos. Cary supo mojarse en aquella paleta de referencias, al igual que añadir su propio estilo, todo remozado con una lustrosa banda sonora compuesta por el británico Mark Knopfler (sí, el hombre que hizo de Dire Straits una de la bandas de rock y pop más importantes de todos los tiempos). En los siguientes años le fue todo bastante rodado al bueno de Elwes en cuanto a proyectos se refiere, o por lo menos no le faltaron habichuelas que llevarse al gaznate. Un pequeño homenaje a su acierto en 1987 lo recibió cuando el humorista Mel Brooks contó con él para protagonizar Robin Hood: Men in Tights (1993), película que recuperaba la estética de aquel Westley, a la par que su humor característico, algo que compartía sin duda con el padre de The Producers.
A la postre aclarar que La princesa prometida llegaba un año después de que Reiner estrenase Cuenta conmigo, posiblemente uno de los mejores retratos de la amistad en esa etapa en la que se pasa de la infancia a la adolescencia. Rob logró así quitarle hierro al asunto y relajar a su público con una sátira directa que recuperaba lo más descarriado de su dirección en la hilarante This Is Spinal Tap. Dos años después aterrizaría en las carteleras su Cuando Harry encontró a Sally, pero esa ya es otra historia.