CLUB DE LOS CINCO, EL
(The Breakfast Club, 1985)
Estudio: Universal Studios. Director: John Hughes, Intérpretes: Emilio Estevez, Anthony Michael Hall, Judd Nelson, Ally Sheedy, Molly Ringwald, Paul Gleason. Duración: 93 minutos.
Hablar de El club de los cinco es hablar necesariamente de John Hughes, igualmente que significa referirse a una pandilla de jóvenes actores a la que se popularizó bajo el apelativo de Brat Pack. Ellos, hatajo de mocosos (según la referencia que se utilizaba para resumirlos), conquistaron el corazón de toda una generación. La banda, algo así como un Rat Pack juvenil y sin contactos con la mafia, enseguida se compiló como tal al ser artistas novatos que despegaban en el mundo del celuloide actuando en los pelotazos adolescentes de aquella década. De 1983 a 1988, Emilio Estevez, Anthony Michael Hall, Rob Lowe, Judd Nelson, Ally Sheedy, Molly Ringwald o Demi Moore, protagonizaron en repartos corales comedias con fondo sentimental orientadas a la muchachada de última espinilla y primeros cambios fisiológicos.
Joel Schumacher deslumbró con su St. Elmo: Punto de encuentro, aunque sería John Hughes el magnifícente creador de un estilo único a la hora de abordar los problemas de instituto. Aquella adolescencia a un paso de la madurez que vendía el director ahora se puede ver un tanto ñoña, pero sin duda posee una ternura que la crudeza actual ha borrado (y no nos referimos simplemente en el cine). The Breakfast Club terminó considerada como la obra maestra del género. Un trabajo en lucha por romper las barreras de la hipocresía infantil de patio de colegio (cuidado, los adultos tampoco nos quedamos cortos en lo del aparentar), fracturar clichés y mostrar realidades interiores. Tal fue el impacto que a lo largo de los años muchos seriales han utilizado la idea primera del castigo sabatino en un aula de instituto para pergeñar completos capítulos (véase el episodio «Detention» de Dawson’s Creek o el titulado «Take on me» de Degrassi: The Next Generation, serial más extenso que un día sin pan).
Personajes de nuestro ayer como el clásico deportista, la princesita pija, el empollón, la chica rarita incomprendida o el macarrilla de barrio, se unen en una misma sala para pasar un soporífero arresto por mala conducta que acabará cambiando sus vidas. Claro, que para poner la máquina en marcha necesitamos algo que prenda, y qué mejor que el actor Paul Gleason haciendo de profesor cascarrabias, tipo irascible y con un sentimiento oculto de fracasado que tira para atrás. La rebelión está servida, punto de arranque para correrías a destiempo, travesuras, confesiones, noviazgos fugaces y hermanamiento en pentágono indestructible (por lo menos ese sábado).
Mucho hacía por el largo la implicación de sus protagonistas, cinco chavales que se transformaron de la cabeza a los pies para enfrentarse al reto. Por un lado tenemos a Judd Nelson tomando el rol de lo que aquí sería un cheli de pro con corazoncito (bueno, esto no lo sacaría hasta el final del metraje), mientras que por otro aparece Anthony Michael Hall interpretando al estudioso sin mácula que ha tenido un pequeño resbalón en las notas imperdonable para sus padres. Pues bien, Nelson, que haciendo de John Bender tenía que molestar sin descanso a la niña bien Ringwald, llegó a meterse tanto en su papel que hasta incordiaba de mala manera a la actriz en los descansos del rodaje, hecho que casi termina en despido (Gleason defendió su técnica a la hora de enfrentarse con su personaje, y John Hughes se vería obligado a hacer de tripas corazón). Hall, por su parte, se encontró en la necesidad de refrenarse para un papel que poco tenía que ver con el party animal en el que se había convertido en pocos años. A la edad de 13 comenzó a beber, llegando a los 18 como un verdadero alcohólico. Ese mismo 1985 de El club de los cinco estrenaría nuevamente bajo las órdenes del rey Midas Hughes el film La mujer explosiva, donde se ponía las botas junto a Ian Michael-Smith creando para su gozo a la bella Kelly LeBrock.
«Sólo se reunieron una vez, pero aquel encuentro cambiaría sus vidas para siempre». «Cinco extraños sin nada en común excepto ellos mismos». «Antes de que el día termine habrán roto las reglas, desnudado sus almas y conectado entre ellos de una manera con la que jamás pudieron soñar». Estas frases sirvieron de eslóganes certeros. No había más que decir. Aquellos jovencitos tenían la última palabra. Aun así, y todavía hoy recordada como una cinta de culto, en su momento el público adolescente más extremo pretendió distanciarse de ese carácter sentimentalista. Por ello, productoras centradas en la casquería y el susto sangriento, quisieron marcarse sus pequeñas parodias ridiculizando aquel lanzamiento. Uno de los que llevó el humor al campo de la promoción fílmica sería Tobe Hooper, director que permitió para la segunda parte de su película La matanza de Texas un cartel en el que Leatherface y compañía aparecían en una pose calcada a la de los cinco muchachos de The Breakfast Club en su póster de presentación de un año antes.