Introducción
ESPLENDOR EN LA DÉCADA
El mundo del cine que nos llegaba en los años 80 a una piel de toro que pronto gritaría por mimetizar la rebeldía de sus mayores, léase dicha rabia parida en lugares tan distantes en kilometraje como Gran Bretaña o Estados Unidos, chocó inicialmente con un país en plena resaca dictatorial. Si a ello le sumamos la intentona de golpe en el 81, con su noche de tembleque, transistores y cadenas de váter funcionando a pleno rendimiento, no es de extrañar que mucho de lo llegado allende los mares nos sonase a recién inventado. Cuando el PSOE se alza con la victoria en las elecciones de 1982, en nuestros televisores imperaban espacios de dudoso valor como El tren o ese Circo presentado por aquella pareja de dos que resultaba el matrimonio freak entre la bella y la bestia, Bárbara Rey y el hombre del látigo Ángel Cristo. Mientras, y adelantándose a un futuro que ya era presente en la tierra de las barras y estrellas, los yanquis soltaban andanadas de seriales que difícilmente encontrarían réplica similar desde los estudios patrios.
Falcon Crest y El coche fantástico son dos caras de la misma moneda. El primero de los programas era una suerte de soap opera con presupuesto, un culebrón que puso de moda la planta de Lorenzo «El Rey de las camas» Lamas y que nos enseñó que debíamos invertir en viñedos. Michael Knight y su carro del siglo XXI hacían lo propio en El coche fantástico pero desde la aventura, las intrigas de media tarde y los monos a medida. El cine no será otro cantar, ya que sigue unos patrones que servirían como religión durante toda una década. Cada género posee reglas estrictas, imperando en todas ellas el humor. Esto no quiere decir que el cien por cien de lo presentado en las norteamericanas salas de cine fuese una bufa y pura chanza, pero sí que se le reconoce una búsqueda del chistecito hasta a la filmación más sesuda. La música, en plena transformación, ayudó a vender aquellos sueños de papel cartón que se ennoblecían y llenaban bocas con la palabra celuloide.
Lejos de nuestras fronteras brillaba en la cima de los éxitos radiados de 1980 el «Call me» de Blondie, seguido por el progresivo «Another Brick in the Wall» de los británicos Pink Floyd o el «Magic» de la pizpireta Olivia Newton-John. Entre aquellos cachalotes con arrestos para mantenerse en los primeros 10 años se encontraban Billy Joel, Queen, Paul McCartney o Michael Jackson, todos insuflando el último aliento de vida y conocido como sonido setentas. En apenas cuatro años el Beatle Paul se vería obligado a trabajar en alianza con el padre de «Billie Jean», un Jackson encorsetado, para rasar los malos tragos de la mutación. Mientras Phil Collins se olvidaba con «Against all Odds» de que un día fue baterista y vocal de un grupo de rock experimental, al igual que la felina Tina Turner se reinventaba a marchas forzadas tras salir de las garras del maltratador Ike. Kenny Loggins ganaba su pedacito de cielo con el tema principal del filme Footloose y Prince daba clases de cómo representar coherentemente al James Brown de la nueva década. El choque de polaridades residiría en bandas como Van Halen y Culture Club, los primeros herederos del rock más duro mientras que los segundos deudores de unos new romantics por deglutir.
Dos años más y Estados Unidos estaría invadido por el fenómeno adult oriented rock, movimiento que fundía el pop con el rock más accesible. ¡Ya tenemos banda sonora para toda película palomitera que se precie! Su impronta casaba cual guante con el high concept de unos productores cinematográficos llamados Don Simpson y Jerry Bruckheimer. Su amor por la acción efectista pero de guión parvulario dio un sentido inesperado a unas jornadas acomplejadas por excelsas obras anteriores como La guerra de las galaxias (1977), Taxi Driver (1976) o El cazador (1978). Los jóvenes directores de la carnada por venir en los 60, ya habían mostrado su talento primero a lo largo de la siguiente década, por lo que en los 80 se toman ciertas libertades en su carrera por convertirse en auténticos mastodontes del show business.
Mark Hamill ¿sabías ya que tu padre se llama Constantino Romero?
Estamos ante el esplendor del entretenimiento puro y duro, de un mundo soñado en el que los buenos siempre ganan, en el que el cuerpo debe ser perfecto y la vida estar a la última moda (hasta los nerds adolescentes se interpretaban por jóvenes roba corazones), en el que todo termina con un final feliz o, si en su caso es agridulce, por lo menos sintiéndonos reconfortados en nuestras butacas. ¡Pasen y vean! ¡Estamos ante el nuevo Hollywood! Aquella nueva meca del cine.