ATRACCIÓN FATAL
(Fatal Attraction, 1987)
Estudio: Paramount Pictures. Director: Adrian Lyne. Intérpretes: Michael Douglas, Glenn Close, Anne Archer, Ellen Hamilton Latzen, Stuart Pankin, Ellen Foley, Fred Gwynne. Duración: 116 minutos.
Después de presenciar el papelón de Glenn Close como la desequilibrada Alex Forrest en Atracción fatal resulta harto complicado imaginarse el momento en el que nadie creyó en ella como protagonista de esta cinta. Y es que la transformación de aparentemente vulnerable mujer de mediana edad a psicópata despiadada de cuchillo en ristre y cara desencajada dibujada por Close en la gran pantalla no dejaba lugar a dudas La nominación al Oscar de Close rubricó tan sobresaliente actuación. No fue la única nominación de Atracción fatal que se escuchó en la ceremonia de entrega de los ansiados galardones, ya que otras cinco saltarían a la palestra (incluyendo mejor actriz de reparto para Anne Archer y mejor guión adaptado).
A pesar de que algunos consideren Atracción Fatal como un mero producto derivado de películas como El amor que mata (1947) o Escalofrío en la noche (1971) que ya planteaban un tema similar —dejemos aparte la película para la televisión británica de James Dearden, explícita inspiración de la cinta—, hay que reconocer que el film que nos ocupa marcó una época en cuanto a thriller erótico se refiere. Sí, es cierto que realmente el factor sexual no componía toda la base del comportamiento perturbado de Alex Forrest hacia Dan Gallagher (Michael Douglas) y su parentela, pero si por algo se recuerda Atracción fatal hoy en día es por un par de escenas subidas de tono como aquellos «aquí te pillo, aquí te mato» —que posteriormente en la trama a punto están de convertirse en hecho literal— en la cocina y en el ascensor. Los años mostrarían a un Douglas encasillado en esta suerte de papel de «macho man» merced a filmaciones como Instinto básico (1992) o Acoso (1994), tanto que las malas lenguas llegaron a hablar en aquella época del bueno de Michael como de un «adicto al sexo». Vamos, que le comparaban directamente con Rocco Siffredi, dispénsenos usted la broma.
Fuera de lo anecdótico, la cinta llevada a la pantalla por Adrian Lyne triunfaba gracias al certero crescendo interpretativo y emocional que se desplegaba ante el espectador. Quizá fallaba el filme en cuanto a exponer las razones de la actitud enfermiza de Alex Forrest —unas cuantas líneas sobre su infancia se antojan de todo punto insuficientes—, pero daba en la diana al crear una extraña sensación de ambigüedad de cara al público. Y es que analizando todos los hechos no faltan motivos para posicionarse del lado de Close en su venganza contra un Douglas que bascula entre los roles de responsable padre de familia y ególatra despreocupado. Todo a pesar de que en nuestro fuero interno tengamos muy claro que nada justifica la violenta escalada del personaje de Close.
Sea como fuere, el veredicto inapelable de la taquilla dio la razón a Atracción fatal, que en poco tiempo se alzaría con una recaudación más de veinte veces superior a su coste. Su correcto guión y su mejor plasmación en el celuloide habían dado los frutos esperados. Quién lo iba a decir cuando en un principio más de una veintena de directores habían rechazado el proyecto.