PERSEGUIDO
(The Running Man, 1987)
Estudio: Iatt Entertaiment Pictures. Director: Paul Michael Glaser. Intérpretes: Arnold Schwarzenegger, Maria Conchita Alonso, Richard Dawson, Mick Fleetwood, Jesse Ventura, Yaphet Kotto. Duración: 96 minutos.
Una utopía negativa en la que la realidad transcurre en términos opuestos a los de la tradicional sociedad ideal es lo que Richard Bachman plantea en 1982 con The Running Man. Esta obra literaria de conceptos recurrentes en potenciados «paraísos» de distopía será carne de cañón para que Paul Michael Glaser —sí, Mr. Starky en persona— dé a luz una clase maestra de mamporros casi futuristas. ¿Ya le parece absurdo? ¿No? Qué tal si desvelamos el novelista que se oculta tras el citado Bachman. Nos referimos a un literato de los que hielan la sangre, uno de esos que en plenos años ochenta te salvan una cinta si te ceden los derechos de cualquiera de sus creaciones. Y es que el bueno de Richard no es ni más ni menos que el alter ego de Stephen King. David Copperfield, ahí lo llevas.
Pues bien, teniendo esto en mente, y contando con que la estrella de la futura filmación será el hoy metido en políticas conservadoras Arnold Schwarzenegger, en fin, poco queda por decir. Aun así, y aunque en nuestros días es una película fuera de cualquier tipo de catálogo en nuestro país, resultó todo un acierto para las sobremesas hambrientas de emociones fuertes. Seguramente ahí encontró su espacio de culto, una caja tonta que decidió desterrarla como igual ha terminado haciendo con las carantoñas metalizadas del brillante RoboCop. Y es que no todos los días se puede uno topar con la mutación bizarra de una intriga agobiante en la rítmica aventura de manguzadas en clave de videojuego que ofrecía este Perseguido. Ese concurso televisivo que hace de César a lo pulgar arriba o abajo, pequeño dios más que gran hermano.
Un momento, tomemos el respiro necesario para enfrentarnos a una figura como la de Richard Dawson, pues su paso por el filme oculta una conexión de lo más original. Este actor reconocido si acaso por su recurrente entrega en los Héroes de Hogan, de mitificación instantánea, presentó con su toque de showman el querido en Norteamérica Family Feud (espacio criticable hasta el fin de los días). El concursito de marras quedó grabado en la memoria del autor King, al que utilizó cual referencia de lo rastrero en posteriores escritos. Por ello, y más por convicción en la imagen que por simple carambola, Dawson finalizaría como elección constante para el papel de presentador desquiciante. No se crea, que nuestro Pedrito Osinaga de Todo queda en casa tampoco era menos hiriente que Richard, aunque a él nunca le dedicaron una película por vivir de preguntas y respuestas en guiño a la tontería supina durante aquella temporada.
Regresando a la obra para la gran pantalla, y comparándola con las palabras de Stephen maquinadas para crear el mayor de los temores, es de ley subrayar una verdad incómoda: el suspense se volatiliza en sacrificio por una efectividad familiar con respecto a la filmografía en la que ha participado anteriormente «Arnie». A tumba abierta. Un duro como la piedra, y de cara menos expresiva que la de un sello, se enfrenta a malignos sacados del mejor Street Fighter. Empezando por el gélido Subzero, interpretado por el luchador Professor Tanaka, hasta llegar a cosas como Fireball o Captain Freedom, momentazo heroico de lado oscuro y malas artes personificado por el también wrestler Jesse Ventura (otro que igualmente terminó en cine, política y hasta interpretando su propio biopic directamente para la televisión).
Al menos no se pudieron quejar del videojuego oficial, que circuló de la mejor de las maneras por marcas y modelos como el ZX Spectrum, el Amstrad CPC o el siempre entrañable Commodore 64 (y esos míticos cuelgues de juego tras esperar tres cuartos de hora para iniciar una partida… menuda prehistoria emotiva). De igual forma salieron satisfechos los cazadores melómanos en busca de guiños a la escena rítmica de instrumentistas y artistas del sarao vocal en canto de tonadillas. Desde el fundador de Fleetwood Mac, el baterista Mick Fleetwood, hasta llegar a Dweezil Zappa, todos encontraron su espacio. Sin olvidar a la coreógrafa de moda en aquella década Paula Abdul, auténtica cantarína, que se encargó de preparar los bailes más dispares para las go-gos del ficticio espacio televisivo.
El resultado sirvió como nuevo ladrillo en el muro de un Schwarzenegger que parecía querer engañarse pensando que más allá del tipo musculoso convencería como actor dramático. El tiempo nos ha demostrado que, para salir de su rol reconocido, ha tenido que tirar de un partenaire que le resolviese la papeleta sin robarle demasiados planos: niños (Poli de guardería), Danny DeVito (Los gemelos golpean dos veces), Gabriel Byrne (El fin de los días), etcétera.