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Ellos. ¿Los ves, di, los sientes?
Están hechos de nosotros;
nosotros son, pero más.
Al pasar
frente a espejos no los vemos.
Al mirarnos,
en mis ojos, en tus ojos,
ya se los empieza a ver:
ellos
somos nosotros queriéndonos,
queriendo tu más, mi más.
Lo que fuimos, lo que somos,
¡qué empezar torpe, tan solo,
qué tanteo entre tinieblas,
hacia lo que ellos serán!
¿Cómo vamos a querer
vivir más en lo que éramos?
Vivir es vivirse en ellos.
Y aunque entreguemos al mundo
y a los días y a los ojos
esas imágenes viejas,
usadas, de ti y de mí
—lo que somos—,
nosotros vamos, arriba,
hechos ellos, por lo alto,
flotando en el paraíso
de lo que anhelamos ser.
Y hay que hacer todo por ellos.
Fatígate, si te pide
su descanso tu fatiga.
No les rompas su mañana,
que es de cristal de esperar.
No les digas: «no». Tu «no»
te mataría, en su pecho.
¡Que se salven!
Y si el precio es una vida
que se parece a la nuestra,
tú no te equivoques nunca:
la nuestra es la de ellos, ya.