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EN UN TRINO
Soy feliz en un trino
tembloroso de pájaro
que alguien mandó bajar
hasta este desamparo
a decir que se vuelve
con los ojos cerrados,
sin moverse, siguiéndole
a aquel mundo perdido
donde hubo tanto canto.
Soy feliz por el verde
tierno que está apuntando
en esas hojas nuevas,
las que tanto tardaron,
sin que desesperase,
ni en las nieves más blancas,
de esperarlas, el árbol.
Fe, se la dio el recuerdo:
en la oscura memoria
de frondas que pasaron
futuros se sentían
de innumerables mayos.
Soy feliz en el aire,
dejándome en sus brazos
volar donde ellos vuelen
a sus rumbos, sin clave,
mejores que mis pasos.
Me ciñen, me arrebatan
sin sentir casi. Porque
el aire lleva al colmo
las ternuras del tacto.
Y tan puro es su cuerpo
que el mayor arrebato
en que su amor me envuelve
es igual al descanso.
Soy feliz en la luz,
en luz enajenado.
Huyo, salgo de mí,
entro en ella y me aclaro.
Tan dorada dulzura
abejas misteriosas,
que están al otro lado
del día, en las colmenas
nocturnas, la fabrican,
libando en los jardines
de los luceros altos.
No quiero ser dichoso,
caricias, con mis manos.
No quiero ser feliz
en besos, en los labios,
sin cesar inventores
de espléndidos engaños:
ni con el alma casi
quisiera. Hay almas torpes.
Ahora voy retirándome
ya de mí, hacia vosotros,
inevitables sabios
del aire, por el aire.
Feliz seré mirando
a las felicidades
que susurran, que vuelan
de la rama y del pájaro,
lentamente olvidado
de mí, ya sin memoria.
Feliz por los caminos
que cerrados tenía
y me abren los vilanos.
Lo que yo no acerté
otros me lo acertaron.