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JARDÍN DE LOS FRAILES
Del aire te defendiste,
el tiempo nunca te pudo,
pero te rindes al agua.
¡Qué seguro de ti mismo,
qué distante de tu alma,
entre cuatro ángulos rectos
estabas, rígido! Enorme
deber de la piedra gris.
Pero el agua
—¿por qué te fuiste a mirar?—
te bautizó de temblor,
de curvas, de tentación.
Se te quebraron las rectas,
los planos se te arqueaban
para vivir, como el pecho.
¡Qué latido
en ansias verdes, azules,
en ondas, contra los siglos
rectilíneos!
¡Qué recién hallada, nueva,
flotando sobre lo verde,
tu querencia de escapar
a geometría y sino!
Tu alma, tan insospechada,
suelta ya de su cadáver,
que seguía allí lo mismo
—monumento nacional—,
en su sitio, para siempre.
El agua te sacó el alma.