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REGALO
El ocio es nuestro negocio.
¿Quién lo dice? La mañana
está trémula de voces,
que lo dicen, que lo cantan:
las voces de los dichosos,
que no hacen nada.
Los dos amantes noveles
tendidos en el ribazo
aprendiendo van su arte,
amarse, paso, muy paso.
Azul se mira en azul,
cambian su saber los ojos,
y amor se enseña sin pena,
mirándose, sólo.
Está acorde el herbazal;
innumerables sus tallos,
tiernas vocecillas verdes,
al dúo amante hacen coro
en susurros ondulando.
El viento
va tan quedo
que de servidumbre escapa,
y no aprovecha a molino
trajinero.
Acariciar, sí acaricia;
mover, sí mueve:
de la amante los cabellos.
Un agua clara,
que se oye y ya no se oye,
cernida
entre sonido y silencio,
tras de la arboleda prieta,
brilla,
y apenas brillo, se apaga.
¿Pasa o no pasa?
Que lo entienda
la mirada como quiera
ella: si mira hacia abajo,
agua que corre se marcha;
pero si mira más alto,
este agua corredera
no se marcha, llega.
Con cada paso que da
a su cénit la mañana,
verdades y más verdades
por el aire se dilatan.
Todo se entiende mejor
a orillas de la hora alta.
A preguntas del silencio
vienen respuestas muy claras.
¿Trabaja el sol? No trabaja,
sale, luce, esplende, alegra.
La mariposa ¿se afana?
No, libre vuela, gozosa
autora de su jornada.
El soto no es oficina
de sus arbolillos mozos;
felices chopos,
sólo les pone tarea,
por abril, la primavera.
Lo que les manda que hagan,
es echar las hojas nuevas.
¡Tan movido y tan feliz,
se siente el mundo,
activo todo, y sin ansia!
Algo hay que viene y que va,
mirar de amor a mirada
de amor. Y tan sin parar,
que no hay miedo a que se pase,
porque así, yendo y viniendo,
se está.
Algo hay que corre y no huye,
el agua entre ramos verdes,
pasares que se remansan.
¿Cómo?
¿No hay nada que no se mueva,
y todo vive en reposo?
¿Cómo?
¿Nada quieto y todo en calma?
¿Cómo? ¿Que nadie hace nada,
y todos,
desde el alto sol al cínife,
anda o vibra o goza o canta?
¿Cómo, que así, sin buscarlo,
tanto, sin buscar, se halla?
¿Es galardón de un esfuerzo?
No, regalo de la gracia.