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JARDINES, ESTE Y AQUEL
¡Qué primavera de nubes,
por lo más alto!
Cielos hay que en el otoño
tienen su mayo.
¿Jardines? Para el afán;
nunca pisados,
que en eras azules abren
rosales cándidos.
¿De qué tierra sin sepulcros
salen sus tallos?
¿Quién les sentirá el aroma
que vayan dando?
En alcázares de aires
puestas a salvo,
purezas sumas se guardan
de todo tacto.
Es tan tenue su materia,
cendales vagos,
muy precipitadas rosas,
pétalos rápidos,
que apenas bosquejan formas
se van borrando.
¿Qué dedos del viento, soplos,
las han cortado?
¿En qué camarín celeste
lucen sus ramos?
¡Quien lo sabe se lo calla!
No tiene labios.
¡Todo, abierto paraíso!
¡Y el más cerrado!
Si imposible el de los cielos
jardín abajo,
rosas más fáciles brinda,
sugiere acasos.
A las leves, las más leves,
se van las manos.
Cortan otras que no cortan,
cortan engaños.
Se encantan con estas rosas
los desencantos,
blancuras suyas consuelan
de aquellos blancos.
Los imposibles ¿por qué
se ven tan claros?
Pero, hermosísimos, vivan
los simulacros.