Patatas fritas
No, con manteca.
Deben ser viejas, con gérmenes que apunten como dedos.
En el sótano, sobre un enrejado seco de madera,
donde la luz es una promesa lejana,
han pasado el invierno.
Hace tiempo, en el siglo de los tirantes,
cuando Lena, ya en el sexto mes,
llevaba la caja de huelgas bajo el delantal.
Quiero, con cebollas y mejorana recordada,
hacer una película muda en la que el abuelo,
quiero decir el soci que cayó en Tannenberg,
antes de inclinarse sobre el plato, maldiga
y haga crujir todos sus dedos.
Sin embargo, sólo con manteca y en sartén de hierro.
Patatas fritas con menudillos de ganso y otros mitos parecidos.
Arenques que se revuelcan voluntariamente en la harina
o gelatinas tiritonas, en las que los pepinillos cortados en dados
siguen siendo bellos y naturales.
Ya para desayunar, el abuelo Stubbe
antes de ir al astillero para el cambio de turno,
dejaba vacío su plato lleno;
y hasta los gorriones ante los visillos
tenía conciencia de clase proletaria.