Demasiado
Entre los días de fiesta,
tan pronto como se hace tarde y hay silencio bastante,
leo la utopía de Orwell 1984,
que en 1949 leí por primera vez
con ojos totalmente distintos.
Al lado, junto al cascanueces y el paquete de tabaco,
hay un libro estadístico,
cuyas cifras aumentan-disminuyen hasta el año 2000.
La población mundial
y cómo se alimentará-no se alimentará.
En las pausas, cuando cojo el tabaco
o casco una nuez,
me acometen dificultades
que, en comparación con Big Brother
y la carencia mundial de albúmina,
son pequeñas
pero no dejan de reírse en privado.
Ahora leo sobre métodos de interrogatorio en un próximo futuro.
Ahora quiero aprenderme las cifras:
perfiles actuales de mortalidad infantil
en el Asia sudoriental.
Ahora empiezo a deshilacharme por los lados,
porque la pelea aplazada por las fiestas
ha sido guardada en paquetitos: los deseos de Ilsebill…
El cenicero está casi lleno de cáscaras.
Todo esto es demasiado.
Habría que suprimir algo: la India
o el colectivismo oligárquico
o las Navidades en familia.