43

—A todos los francotiradores, informen —ordenó Fetlock a través del walkie-talkie—. Repito, a todos los francotiradores, informen. Unidad uno, informe. Unidad dos, informe. Repito, unidad dos, informe —dijo Fetlock, que continuó repasando sus unidades a pesar de que era evidente que todos los francotiradores habían muerto.

En el claro, los policías de cazadora azul que quedaban se movían espalda con espalda, cubriéndose unos a otros con ajustados arcos de disparo, pero permanecían de pie por si acaso tenían que correr. Las trincheras y posiciones defensivas eran inútiles ahora que se enfrentaban con la perspectiva de más medio muertos suicidas con bombas.

El problema principal de recurrir a los medio muertos como soldados era que no podían usar armas de fuego. Sus cuerpos estaban demasiado deteriorados y débiles para soportar el retroceso, así que se veían limitados a los cuchillos y objetos contundentes. Los vampiros solían usar a sus esclavos para hostigar al enemigo, o para distraerlo mientras ellos avanzaban para matar. Eso no funcionaba muy bien cuando el enemigo sabía que irías, y estaba preparado para disparar en cuanto viera una piel blanca y unos ojos encarnados en la oscuridad.

Pero no se necesitaba una gran consistencia corporal para volarse uno mismo por los aires con una carga de dinamita; de hecho, la poca consistencia de los medio muertos los volvía más peligrosos cuando estallaban. Sus huesos se transformaban en mortífera metralla. Y no resultaría difícil convencer a los medio muertos para que acabaran su vida mediante una explosión. Despreciaban su propia existencia gris, anhelaban la muerte incluso mientras les obligaban a cumplir la voluntad de sus amos vampiros.

El hedor a muerte y sangre ya colmaba el aire, mientras los hombres se revolcaban por el suelo y gritaban. Los otros policías hacían lo que podían por los compañeros heridos, poniendo compresas y vendajes, pero no había tiempo ni instalaciones para ayudarlos de verdad. Si no iban pronto al hospital, morirían en el claro.

—Unidades del SWAT, a retaguardia —llamó Fetlock, gesticulando hacia la carretera que salía de La Hondonada—. Quiero que se mantenga el paso abierto por si necesitáramos retirarnos. Comprueben todos los vehículos, asegúrense de que no han sufrido averías a causa de las explosiones. —Clara sabía que estaba dando el mejor uso a la breve tregua que le proporcionaban los atacantes, pero sus órdenes la enfurecían.

—Va a abortar la operación, ¿no es así? —le preguntó a Glauer—. Hay demasiados. Más de los que él había previsto, y ahora está jodido. Sus planes cuidadosamente trazados están cayéndose a pedazos, y él simplemente va a retirarse… Va a salvar a tantos de sus hombres como pueda… pero nos dejará a nosotros y a los brujetos aquí para que retengamos la atención de Malvern.

—Ajá —respondió Glauer, como si no hubiese esperado otra cosa.

Clara recordó que, cuando ella había sido rehén en la prisión de mujeres por Malvern y sus seguidores, Fetlock la había dejado sufrir durante horas, casi todo un día, porque no quería arriesgar a ningún policía en un intento de rescate. Entonces se había quedado sentado y dejado que fuera Caxton quien se ocupara de la lucha. Era su modus operandi.

—Ese hijo de puta… Esto es exactamente lo que Caxton intentó enseñarnos acerca de la lucha contra los vampiros. ¡No se puede elegir!

—También nos enseñó cómo mantenernos con vida durante todo el tiempo posible —replicó Glauer. Se inclinó sobre el cuerpo de un policía muerto y le quitó el arma de las manos frías. Gruñó con desagrado cuando los dedos del cadáver se negaron a soltar el cañón del arma. Tal vez el rigor mortis ya había comenzado, o quizá el hombre había muerto en tal estado de pánico que sus dedos se habían quedado agarrotados—. Ármate, Clara. Esto va a ponerse feo con mucha rapidez.

Clara asintió pero no se movió de donde estaba. Observaba atentamente a Fetlock.

Aún había tiempo para invertir la situación, si era capaz de admitir que estaba equivocado.

Echó a andar hacia él, sin saber si iba a abofetearlo o sólo a llamarlo «cobarde». Estaba tan ocupado gritando órdenes para su inminente huida, que no la vio llegar, pero Darnell sí.

El agente del ojo de serpiente saltó ante ella, con el fusil sujeto delante el cuerpo, sin apuntarla de verdad con el cañón, sino de modo que si ella se lanzaba hacia él, chocara con el arma y no con su brazo, más blando.

—Hasta ahí es suficiente —dijo, y ella se detuvo—. Vuelva atrás —le ordenó.

Ella no le hizo caso y llamó a Fetlock.

—Habrá más de ellos. Muchos más de los que previó. Ya se lo he dicho, ha estado reclutando medio muertos durante meses, tiene centenares de…

—Podemos ocuparnos de cualquier cosa que nos envíe —dijo Fetlock—. Ahora, deje de distraerme, señorita Hsu. Tengo una batalla que dirigir.

—Pero usted es el general equivocado —replicó ella.

Él la fulminó con una mirada que contenía la suficiente furia fría como para hacer que retrocediera un paso.

—Es Caxton quien debería estar al mando aquí. ¡Debería dejarla salir! —dijo Clara—. Caxton es nuestra única posibilidad. Tiene que ponerla en libertad y darle todas las armas que quiera. ¡Usted sabe que es la única que puede detener a Malvern!

Fetlock no le hizo el más mínimo caso. Gritó algunas órdenes más, les vociferó a los policías de cazadora azul que pusieran los vehículos en marcha y los tuvieran preparados para salir.

—¡Maldito sea, Fetlock… sabe que tengo razón! Ella es la que mata vampiros. ¡Usted sólo se limita a hacer el jodido papeleo de después! ¡Déjela salir del furgón!

—Ni hablar —dijo Fetlock. Alzó la mirada hacia las crestas, donde el helicóptero continuaba dando vueltas, buscando a un enemigo invisible—. Darnell, si vuelve a acercárseme, incapacítela. No la mate, porque entonces no sería un buen cebo. Pero no quiero volver a oír su vocecilla chillona.

Darnell sonrió y levantó el fusil de asalto como si fuera a desmayarla de un golpe allí mismo. Clara gruñó de frustración y retrocedió. Encontró a Glauer esperándola junto a una de las casas prefabricadas, acuclillado y armado hasta los dientes. Le lanzó una pistola cuando se acercó, y a ella casi se le escapó de las manos porque estaba resbaladiza de sangre.

Gruñendo, ella accionó el mecanismo y metió una bala en la recámara.

—¿Estás preparada? —preguntó Glauer.

—No. ¿Me quedo esperando hasta estarlo?

—No.

Ella asintió y apoyó la espalda contra el lateral de la casa. Y esperó el ataque siguiente.

No tuvo que esperar mucho.

Los agentes del SWAT entraron por la carretera, con una perfecta disciplina, cubriéndose unos a otros a medida que aseguraban cada metro de terreno. Se dirigían a los vehículos, tal vez porque tenían orden de asegurarlos para impedir que los efectivos de Fetlock se encontraran bloqueados dentro de La Hondonada. Ya era noche cerrada, y la carretera era sólo una franja de suelo más pálida en la oscuridad. Tenían linternas de infrarrojos para tener visión nocturna, pero las luces sólo podían iluminar pequeñas zonas del bosque, que era muy cerrado a ambos lados de la carretera.

Aun así, estaban preparados para el primer asalto. Un medio muerto particularmente ágil había trepado a uno de esos oscuros árboles, y, cuando el grupo de agentes pasó por debajo, cayó sobre ellos convertido en un remolino de cuchillos y puñetazos. Cayó sobre la espalda de uno de ellos, a quien le entró el pánico y dejó caer el arma. El cuchillo del medio muerto no pudo atravesar el grueso chaleco de Kevlar, pero la criatura se puso a tirar de la cabeza del agente como si quisiera arrancársela del cuello. El agente intentó con desesperación aferrar al medio muerto que tenía detrás del cuello, mientras no dejaba de pedir ayuda a gritos.

Los otros agentes fueron lo bastante inteligentes como para retroceder y alejarse de él, apuntando con las armas pero sin hacer fuego hasta que pudieron apuntar bien. Recordaban el entrenamiento recibido y siguieron el protocolo al pie de la letra. Pero eso fue un error.

Al retroceder, algunos salieron de la carretera y se metieron entre los árboles… donde los esperaba una docena más de medio muertos.

«¿Cuántos de esos bastardos tiene a su disposición? Esperábamos un pequeño ejército… pero estas cosas no tienen fin», pensó Clara, conmocionada al ver que un medio muerto degollaba a un agente en el mismo momento en que otro abría fuego y lo cortaba en dos mitades que quedaban sacudiéndose. Otro agente cayó cuando un medio muerto le metió la mano por debajo de la visera y le arañó los ojos.

Los policías de cazadora azul que se encontraban de cara a la carretera levantaron sus armas y empezaron a disparar, demasiado asustados para darse cuenta del peligro de herir a uno de sus compañeros de las fuerzas especiales. Éstos llevaban chaleco antibalas, pero servían de poco para absorber la energía cinética de tantas balas golpeándolos al mismo tiempo. Los medio muertos cayeron hechos pedazos por las balas, pero los agentes también fueron golpeados y lanzados hacia atrás por los impactos, cosa que los convirtió en presas fáciles para la siguiente oleada de medio muertos que esperaban en los árboles.

Alguien gritó —medio alarido, medio advertencia—, y de repente, todas las armas del claro despertaron con un estruendo. Al volverse, Clara vio que un pequeño ejército de medio muertos había surgido de los árboles más alejados de la carretera. El ataque contra los agentes del SWAT había sido una maniobra de diversión destinada a enmascarar su llegada, y ahora corrían en línea recta hacia el círculo de policías que rodeaban a Fetlock y su centro móvil de mando.

En línea recta hacia Clara y Glauer.

—¡Acaben con ellos! —chilló Fetlock—. ¡Mantengan el área despejada! ¡Maldición, no permitan que se nos echen encima!

Sus palabras fueron un desperdicio. Los policías ya estaban luchando por su vida, disparando a ciegas contra los medio muertos que llegaban gritando. Había decenas de ellos. Clara no podía contarlos con exactitud y, en cualquier caso, no tenía importancia. Levantó su arma y empezó a disparar como todos los demás, al mismo tiempo que Glauer, a su lado, abría fuego con el fusil.

A pesar de que tenía la certeza de que estaba a punto de morir.

32 colmillos
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