38

—¿Simon? —Clara estaba boquiabierta—. ¿Sabía que Laura iba a establecer contacto con Simon?

—Sé todo lo que hace Simon. Le implanté un dispositivo RFID para poder controlar sus movimientos.

—¿Qué es un RFID? —preguntó Urie Polder.

—Es un identificador por radiofrecuencia —explicó Clara—. En este caso será un chip diminuto, más o menos del tamaño de un grano de arroz. Se puede inyectar con una aguja debajo de la piel, y lo más probable es que la persona jamás se dé cuenta de que lo lleva. Sólo contiene unos pocos bits de datos. Pero esos datos pueden transmitirse a distancia a un ordenador. La mayoría de los RFID comerciales tienen un alcance de unos pocos pasos pero, al parecer, los federales tienen una manera de leerlos a mayores distancias.

—Puedo seguirlo vía satélite —precisó Fetlock.

—¿Cómo lo hizo? —preguntó Clara.

—El chip se lo implantaron cuando estaba en el hospital, recuperándose de las heridas que le había causado su padre. Después de que Caxton lo sacara de la mina de Centralia. Se le dijo que era una inyección de morfina para calmarle el dolor, y no se dio ni cuenta de lo que era en realidad.

—No puede ser —dijo Clara, a pesar de sí misma—. Eso es… una maldad.

No, era algo peor que eso. Era despiadado.

Fetlock ni siquiera parpadeó ante esa acusación.

—Desde entonces he recibido cada día informes de sus movimientos. En general, un material bastante aburrido, hasta un día en que su señal desapareció de nuestras pantallas… la primera vez que vino aquí. Parece que ni siquiera los satélites pueden ver a través de la niebla mágica que flota sobre este valle. Tardamos demasiado tiempo en darnos cuenta de lo que sucedía. Supusimos que tenía que ser una avería del equipo, o que había descubierto el chip y se lo había quitado él mismo. Fue el agente Darnell quien conjeturó lo que sucedía en realidad, y lo puso en mi conocimiento. Después de eso, bueno, tuve mucho más interés en seguirle el rastro.

Clara se pasó las manos entre el pelo.

—Pero… pero ¿por qué? ¿Por qué Simon? ¿Por qué hacerle eso? Es sólo un crío. Ni siquiera está… quiero decir que está un poco loco. ¿Qué le hizo pensar que a Caxton se le ocurriría ponerse en contacto con él?

—Es un superviviente —explicó Fetlock—. Los vampiros tienen tendencia a ir a por los que se les han escapado. Les gusta atar los cabos sueltos. Desde el primer momento en que me impliqué en los casos de vampiros, he estado poniéndoles chips a todos los supervivientes que he podido encontrar. Sólo por precaución. Esta vez ha merecido la pena.

Clara no tenía nada que decir. Estaba pasmada.

Fue Glauer quien formuló la pregunta obvia:

—¿Eso no es ilegal? Es incluso más intrusivo que las escuchas telefónicas.

—Mucho —admitió Fetlock—. Pero ya hemos ido mucho más allá de las sutilezas legales. Si se logra detener a Malvern, incluso yo puedo ser un poco flexible.

—Pero… si el tribunal determina que ha usado métodos ilegales para llevarla de vuelta a la prisión, eso le causará a usted toda clase de problemas, y… y…

Fetlock no la miraba. No hacía caso de lo que estaba diciendo. Se había echado hacia atrás en el banco y cruzado las manos sobre el regazo.

Como si esperara con paciencia a que ella acabara, para poder volver al tema del que realmente quería hablar.

—A menos que… no haya venido aquí por Caxton —dijo Clara, cuando al fin reunió todas las piezas.

Glauer carraspeó para llamar su atención.

Ella no le hizo caso.

—Si no ha venido aquí por Caxton, entonces… ¿por qué?

Fetlock esperó hasta que ella hubo acabado. Luego miró a Urie Polder a los ojos.

—Me he mostrado comunicativo, en este caso. Más de lo que sería habitual en mí. Y es porque necesito su ayuda, señor Polder. A cambio de esa ayudan puedo asegurarme de que su hija tenga una vida decente. Si se niega, puedo enviarla lejos durante mucho tiempo. Las instituciones de detención juvenil no son tan malas como las prisiones para adultos, según dicen. Le proporcionarán una educación adecuada, e incluso le enseñarán unas cuantas cosas útiles que le ayudaran a encontrar trabajo cuando cumpla los dieciocho años. Puede aprender cómo cortar la carne. O reparar aparatos de calefacción y aire acondicionado. Siempre hay necesidad de buenos operarios. Tal vez eso es todo lo que quiere para ella.

—En mi mundo —dijo Urie Polder—, las personas no amenazan a los hijos de los otros. No se hace… hum.

—Su mundo ya no existe —señaló Fetlock—. Acabo de conquistarlo.

—Padre —dijo Patience—, no escuches a este hombre. Él…

—Calla, niña —dijo Urie Polder—. De acuerdo, señor Fetlock, me ha metido usted el miedo en el cuerpo. Hum… dígame qué quiere.

—Llámeme «marshal Fetlock» —dijo Fetlock, mientras se enderezaba la corbata—. Es así como debe usted dirigirse a mí.

Urie Polder entrecerró los ojos. Forcejeó un poco con las esposas. Ya fuese porque intentaba intimidar, o porque le resultaban incómodas. Dejó escapar una larga exhalación que no fue del todo un suspiro.

—Marshal Fetlock, ¿qué diantre quiere?

—Hay ciertas protecciones colocadas alrededor de este valle —dijo Fetlock—. Usted y Caxton les han dedicado bastante tiempo. El agente Darnell ha podido esquivarlas gracias a su don único, y solamente porque no estaban destinadas de manera específica a mantenerlo fuera a él. Estaban destinadas a mantener fuera a vampiros y medio muertos.

—En general, a todos los seres que no sean naturales… hum.

—Necesito debilitar esas protecciones. No quitarlas del todo, cosa que podría hacer sin usted. Pero si desaparecen sin más, se enviará el mensaje equivocado. Se parecerá demasiado a una trampa. Lo que quiero es que parezca que no se las ha mantenido con el suficiente cuidado. Como si no fueran tan potentes como antes. Quiero que un vampiro pueda atravesarlas sin apenas problemas.

—Un vampiro. Como la señorita Malvern —dijo Polder, al tiempo que meneaba la cabeza.

—¡Ha venido aquí para hacer salir a Malvern! —dijo Clara, casi gritando.

Fetlock se volvió a mirarla, al fin.

—Pensaba que mi propósito era muy claro. No he venido aquí por Caxton —dijo—. He venido porque aquí podía reunir a la vez y en un solo sitio a todas las personas favoritas de Malvern. Usted y Glauer. Caxton y yo mismo. Los Polder. Todas las personas que representan algún tipo de amenaza real para ella. Es improbable que vuelva a presentársele una oportunidad como ésta. Es casi seguro que esta noche atacará este lugar. Y estaremos preparados para recibirla. Tengo armas y hombres suficientes como para enfrentarme a cualquier cosa que pueda lanzar contra nosotros.

—¿Esto… todo esto… matar a Glynnis, amenazar a los niños, disparar contra mí, todo esto —dijo Clara, porque por mucho que lo entendiera no quería que fuese real—, esta redada, sólo estaba destinado a tentar a Malvern para que atacara?

—Caxton no es la única que sabe cebar un anzuelo —le contestó él.

32 colmillos
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