1836

Al final acondicionó un lugar para Justinia en el salón delantero, dentro de un ataúd forrado de satén rojo. Ella imaginaba que la esposa de él tenía que haber planteado objeciones, pero luego ya casi no se la vio por la plantación.

A veces la alimentaba él mismo. Otras, cuando necesitaba castigar a un esclavo, lo enviaba a darle lo que ella necesitaba. Estaban muy aterrorizados, y eso era delicioso, pero lo que ella más saboreaba era la energía que le proporcionaba la sangre. Le dio el poder de envolverse en una ilusión, de transformar su apariencia de acuerdo con la criatura que él quería, y eso era casi tan placentero para ella como para él. Casi podía olvidar, cuando él le besaba los pechos, el vientre, entre las piernas, que lo que estaba acariciando era piel reseca que se descamaba, un ser que había llegado a parecerse a la odiosa criatura que era por dentro.

A veces olvidaba incluso que era una asesina. A veces olvidaba sus pecados. Y entonces era solamente la querida, la amante, la concubina. Cuando le metía un dedo dentro de la boca y dejaba que ella lo mordisqueara y bebiera lo que necesitaba, era algo que se parecía un poquitín al amor.

En el mundo había cosas peores que ser una mantenida. En especial cuando esas cosas peores incluían pudrirse hasta desaparecer, sola y olvidada, dentro de una caja de madera, en una habitación llena de huesos de dinosaurios. Ésa, según descubrió, había sido la pasión de él antes de encontrarla. Se había entusiasmado por la nueva teoría de la evolución y los fósiles que se desenterraban para demostrarla. Josiah Chess era una criatura de imaginación desbocada, capaz de mirar el esqueleto de una bestia titánica e imaginar cómo tenía que haber sido en vida, todo escamas, dientes y ojos destellantes.

No costaba demasiado mostrarle la mujer que él quería ver, con cabello rojo, piel cremosa y redondos pechos turgentes.

Ella observaba cómo se iba haciendo viejo, mientras que ella se conservaba joven. Si bien sólo en la imaginación de él. A veces, durante una partida de naipes, las cartas lo favorecían a uno durante bastante tiempo hasta que, al fin, la suerte tenía que cambiar.

Luego llegó un momento, sin embargo, en el que apareció otro hombre. Uno más joven y fuerte. La sangre de Josiah había ido aguándose con el tiempo. Él había perdido su tez rubicunda, y la anemia es terrible de soportar para una persona vieja. Pero su hijo Zachariah se hizo más fuerte con el tiempo, sus hombros se ensancharon. El corazón le latía con tanta fuerza dentro del pecho que ella lo veía brillar como una luz en la oscuridad.

Josiah no estaba enterado de las visitas que hacía su hijo al salón. Después de que el señor de la casa se hubiera marchado a dormir, debilitado por los esfuerzos realizados, ella recibía la visita de otro caballero. A veces. Al principio le tenía tanto miedo como los esclavos. Pero las cosas cambian con el tiempo y la familiaridad.

Ella no sabía qué año era cuando él comenzó a pedirle lo que deseaba su corazón. Cuando comenzaron a conspirar juntos. Pero no fue mucho después de eso cuando, una noche, Josiah acudió a verla y ella vio lo arrugado y débil que estaba. Aquella noche él le acercó un demacrado dedo a los labios, y ella le susurró por última vez.

Lo encontraron por la mañana, seco como una momia, la carne destrozada por todo el cuerpo, los ojos mirando fijamente hacia la nada con expresión de horror. Zachariah le dio decorosa sepultura, e hizo juzgar y condenar a algunos de sus esclavos por el asesinato.

Ahora eres mía —dijo la noche después de los hechos, metiéndose en el ataúd con ella, acurrucándose contra sus desnudos huesos—. Mía para siempre.

Ah, sí —prometió ella, mientras pensaba que tendría que alejar a la mujer de Zachariah, tal y como había hecho con su madre. Pero todavía no. No hasta que le diera un hijo. Un buen hijo fuerte con un corazón como una lámpara.

A veces, las cartas no dejaban de favorecerte cada vez más.

Si continuaba así, si jugaba bien, tal vez un día podría volver a caminar. Caminar por su propia cuenta… y cazar otra vez.

32 colmillos
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