25

Bueno, ése había sido un mal comienzo.

La verdad era que ella sólo había tenido la intención de hablar con Simon. No de darle una soberana paliza. No tenía ni idea de cómo dominar de manera adecuada a un sujeto hostil, y se notaba. En la academia, ese curso no había sido obligatorio para los especialistas forenses, a los que sólo les enseñaban defensa personal básica. Clara se había metido en unas cuantas peleas en la escuela secundaria, y había tenido que pelear un poco cuando la habían retenido como rehén durante el motín de la prisión. Pero nunca antes había golpeado a alguien con mala intención.

Sin embargo, cuando Simon cayó le había parecido adecuado patearlo. Él se había convertido en su enemigo, y así era como uno trataba a los enemigos.

¿Cuándo había empezado a pensar de ese modo? La idea misma la aterrorizaba, ahora que se había calmado. Pensó en lo que había dicho Glauer. Luego apartó a un lado ese pensamiento porque en ese preciso momento tenía cosas más importantes que hacer que psicoanalizarse a sí misma.

Simon no perdió el conocimiento. En las películas, un buen golpecito en la parte posterior del cráneo solía hacer que los malos perdieran el sentido. Pero las cabezas humanas estaban construidas para resistir precisamente ese tipo de impacto; por eso, el cráneo es tan grueso, y por eso hay tantos músculos en el cuello. Sin embargo, Simon dejó de luchar cuando ella lo llevó arrastrando de vuelta a la cocina y luego lo levantó para sentarlo en una silla. Era, afortunadamente, un mequetrefe flacucho, en caso contrario ella no habría tenido fuerza para hacer eso.

Rebuscando por los cajones de la cocina encontró un rollo de cinta de embalar y la usó para sujetarlo a la silla. La cocina estaba a oscuras —no había luz, probablemente desde hacía años—, así que sacó también algunas velas y las encendió para que Simon pudiera ver quién era ella.

Dentro de la silenciosa nevera encontró un refresco tibio. Ni siquiera era una coca cola light. Se sirvió un vaso y se sentó frente a él, en espera de que le formulara las preguntas obvias.

—¿Quién es usted? —inquirió el muchacho, mientras su cabeza se mecía ligeramente adelante y atrás. Iba a tener una fea contusión en la mandíbula. De todos modos, parecía que sus ojos se movían bien.

—Clara Hsu —dijo ella—. La pareja de Laura Caxton.

—¿E… e… en serio? —Entonces, él rió—. La verdad es que sí. No importa. Es usted una cabrona de la hostia, igual que ella. La creo. ¿La ha enviado ella para hacer que me case con esa niña?

Clara estaba muy interesada en saber de qué estaba hablando, pero no quería demostrar lo poco que sabía.

—No —contestó—. Laura y yo perdimos el contacto hace algún tiempo. De hecho, he venido para preguntarte si sabes cómo hacerle llegar un mensaje. Te aseguro que no tenía la más remota intención de que sucediera esto.

—Entiendo —dijo él, y volvió a reír. Esta vez con un poco más de amargura.

—¿Entiendes qué? —preguntó Clara.

—Esto es un montaje. Una trampa. Usted trabaja para los federales, como mi padre. ¿Cómo se llamaba aquel gilipollas? ¿Farelock?

—Fetlock —precisó ella—. Pero no. No trabajo para él. Ya no.

—Claro, lo que usted diga. Usted cree que yo puedo llevarla… quiero decir, usted piensa que tengo alguna idea de dónde está Caxton. Cosa que, para que conste, no tengo. Sé que ustedes quieren volver a arrestarla. Y si quiere que le diga la verdad, a mí me encantaría fastidiarle la existencia. Pero es cierto que me salvó la vida. Un par de veces.

—La mía la salvó en más ocasiones —le dijo Clara—. Simon, puedes verificarlo. Me han despedido. No trabajo para Fetlock, ni para ningún otro poli.

—Así que si usted les entrega a Caxton en bandeja de plata, tal vez recupere su empleo —razonó él. Maldición, el muchacho era listo. Demasiado. Levantó la cabeza hasta tenerla casi erguida del todo, y la contempló con ojos doloridos y sin brillo—. Quiero ver a mi abogado ahora mismo. No diré una sola palabra más hasta que vea a mi abogado.

Los puños de Clara se cerraron. Sentía el impulso, un impulso muy poderoso, de volver a golpearle. De hacer lo que fuera para obligarle a hablar.

Laura había cedido una vez a ese impulso. Había torturado a un sociópata llamado Dylan Carboy hasta que le había dicho lo que quería saber. Y había ido a la cárcel por eso.

Luchando contra todos sus instintos naturales, Clara se obligó a calmarse. Abrió las manos y se secó las palmas sudorosas en las perneras de los vaqueros.

—No soy poli —repitió—. Deja que te diga algo, Simon. Estoy corriendo un riesgo descomunal. He entrado por la fuerza en tu casa. Me has golpeado con intención de matarme y me he defendido. Ahora te tengo dominado. En este momento no sé quién tiene más problemas. Es probable que fuéramos los dos a la cárcel si nos denunciáramos el uno al otro, ¿vale?

—¿Vale, qué?

Ella apretó los dientes.

—Acabo de implicarme en un delito, ¿no? Un poli no haría eso.

—Claro.

Ella se levantó de la silla y se sirvió más refresco.

—¿Quieres un poco?

—Dudo que usted sea de los que drogan a la gente para sacarle información —concedió él—, pero creo que pasaré, por si acaso.

—Como cojones quieras. —Bebió en silencio durante unos momentos. El refresco era empalagoso y le provocaba dentera. Sentía que formaba una película sobre su lengua. Empezaba a dolerle de verdad la zona de la cabeza que le había golpeado con la sartén. Dentro de muy poco iba a tener que tumbarse. O tal vez ingresar en urgencias, si tenía una conmoción. Era bien sabido que resultaba difícil de diagnosticar, en especial cuando uno se diagnosticaba a sí mismo. Por el momento, sin embargo, la adrenalina la mantenía en pie.

—¿De verdad que vives aquí?

—No puedo permitirme nada más. Heredé esta casa de mi madre.

—Es un agujero —dijo Clara.

—¿Ahora viene cuando rompe mi resistencia por el sistema de insultarme?

—De verdad que me da igual… pero todos los muebles destrozados, no tiene luz, y hay una enorme mancha de sangre en la escalera. —Vio que Simon hacía una mueca cuando ella decía esto último—. ¿Qué pasa?

—Es… es sangre de mi madre. De cuando murió.

Clara sintió que los ojos se le salían de las órbitas a causa de la impresión.

—No puede ser. Joder, que no puede ser. ¡Pero tío! ¿De hace dos años? ¿Eso no te pone los pelos de punta?

Simon bajó la cabeza hasta el pecho.

—Cada vez que la veo. Pero cuando intento limpiarla, me pongo a llorar.

—¿En serio?

Él sorbió por la nariz. A la luz de las velas resultaba difícil saberlo, pero en ese momento Clara vio que por sus mejillas habían rodado lágrimas y caído sobre la camisa.

—Ha sido… duro —dijo el muchacho—. Toda mi… familia. Así… todos de golpe. Durante mucho tiempo estuve viendo a un loquero, pero no pude seguir pagándole. La verdad es que ya no puedo permitirme pagar nada.

—Dios mío. Pobre muchacho… —dijo Clara—. ¿No tienes trabajo?

—No, estoy viviendo de las tarjetas de crédito. Había un seguro de vida, quiero decir que mis padres tenían uno, pero la mayor parte de la indemnización ya la he gastado.

Y entonces… se puso a llorar. Durante un largo rato no dijo nada, por mucho que ella dijera o hiciese. Se quedó allí llorando, completamente encerrado en sí mismo. Era como si se hubiera convertido en un bebé y perdido por completo la capacidad de hablar.

«Mierda», pensó ella. Decididamente, Glauer había tenido razón. Y también Fetlock. Se había vuelto igual que Laura. Al instante, las compuertas de la compasión volvieron a abrirse en su interior, y apenas logró controlar la fuerza de su empatía. Le había hecho daño a aquel crío. Daño de verdad. La culpabilidad y el horror amenazaron con abrumarla.

—Joder, la verdad es que tengo ganas de darte un abrazo ahora mismo.

—Si se acerca, empezaré a gritar.

Clara sabía que hablaba en serio.

—Vale. Me quedaré aquí. Pero de verdad que siento pena por ti. Sé lo que es perder a alguien que quieres.

—¿Se refiere a Caxton? A ella nadie la ha matado.

—No. Sólo se la llevaron a rastras a la cárcel. Y luego, ella se fugó y yo no la he visto ni he tenido noticias suyas desde entonces. Tal vez no sea lo mismo. Pero duele de verdad.

—¿Es verdad que la han despedido? —preguntó él, sorbiendo por la nariz.

—Sí. Ayer mismo. Una mierda…

Él asintió con la cabeza.

—Estuve trabajando durante un tiempo como ayudante de un laboratorio médico. Sólo, para, ya sabe, lavar los vasos de precipitados y los tubos de ensayo. Barrer. Pero cada vez… cada vez que abría las neveras del laboratorio y veía las muestras de sangre, tenía que salir a emborracharme. Y era un laboratorio que manejaba muchísimas muestras de sangre. Así que también me despidieron.

—Parece el peor tipo de rechazo… —le dijo Clara—. Como si hubieras fallado como ser humano, ¿sabes?

—Lo sé —replicó él.

Entonces también por las mejillas de ella cayeron lágrimas.

—Lamento mucho, de verdad, haberte pegado. Pero no sabía qué más hacer. Tengo una necesidad apremiante de ver a Laura —dijo, sin importarle si era lo más correcto o no—. No… no voy a abrazarte. Si tú no quieres que lo haga. Pero quiero acercarme y cortar esa cinta de embalar. ¿Te parece bien?

—Claro —dijo él—. Y tal vez… tal vez podríamos hablar de ese abrazo.

32 colmillos
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
portadilla.xhtml
dedicatoria.xhtml
cita.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
autor.xhtml