¿Qué han aportado al cine los efectos digitales?
En la primera escena de Forrest Gump (1994), de Robert Zemeckis, la cámara sigue a una pequeña pluma que vuela mecida por la brisa. En aquella misma película, el personaje que interpretaba Tom Hanks actuaba junto a figuras históricas del pasado, como John Lennon o el presidente Kennedy. Hasta entonces los efectos especiales se asociaban únicamente con las superproducciones de acción. Aquellos pequeños milagros demostraron, sin embargo, que las nuevas tecnologías digitales generadas por ordenador eran una herramienta que podía aplicarse en las películas convencionales. Es más, servían para abaratar costes y para que producciones de presupuesto medio bajo se permitieran lujos hasta entonces impensables. ¿Que hay que llenar un estadio? No son imprescindibles los miles de extras. Se pueden multiplicar con el ordenador. ¿Que el protagonista tiene que viajar a paisajes exóticos? No pasa nada. El lugar se recrea al fondo. Sin ir más lejos, el Vietnam en el que luchaba Forrest Gump era una jungla digital. Y así, mientras el cine de acción sigue recreándose en las explosiones, fuera del género cada vez son más los efectos discretos, aquellos que pasan desapercibidos, pero que están al servicio de la historia. La publicidad de Titanic (1997), de James Cameron, la gran superproducción de los últimos años, subrayaba, entre otras cosas, que la película abría una nueva era en el campo de los efectos especiales. Y era verdad, pero en la sala el público no pensaba demasiado en ellos porque se dejaba arrastrar por la aventura y por la historia de amor.