¿Cómo fue el rodaje de 2001?
El interés de Kubrick por la ciencia-ficción surgió mientras se documentaba para su película Teléfono rojo. ¿Volamos hacia Moscú? Entre los cientos de libros de divulgación científica que leyó estaba un pequeño cuento de Arthur C. Clarke, uno de los maestros de la ciencia-ficción, titulado El centinela. Tanto le impresionó aquella historia que inmediatamente se puso en contacto con el autor, que por entonces vivía en Ceilán, y durante más de un año los dos trabajaron conjuntamente para convertir ese pequeño cuento en una novela primero y luego en un guión. La preparación del rodaje duró otro año y pico porque Kubrick, meticuloso hasta el agotamiento, decidió incluir un elemento absolutamente novedoso en el cine de ciencia-ficción: el realismo. El director se rodeó de asesores y realizó exhaustivas consultas en todos los campos científicos que pudieran tener alguna relación con su película. Estas iban desde el diseño de las naves y el utillaje electrónico, los decorados de la luna, la forma de moverse los astronautas en el espacio, hasta cuestiones menores como qué sombreros usarían en el 2001 las azafatas de los vuelos regulares de la tierra a la luna o cómo serían los muebles o la comida de los pasajeros. Tampoco quiso dotar al ordenador Hal 9000 de voz hasta que los expertos americanos le aseguraron que los ordenadores hablarían para entonces. Para conseguir este realismo se tuvieron que crear efectos especiales hasta entonces nunca ensayados en el cine. El director, por ejemplo, quería que sus naves tuvieran gravedad centrífuga. Para ello encargó una centrifugadora real de doce metros de diámetro en la que se movían los actores. Este aparato permitió la realización de algunos efectos muy originales, como aquel en el que un astronauta que hace footing parece dar un giro de trescientos sesenta grados sin que la cámara interrumpa el plano.
Kubrick rompió también todos los esquemas del género al utilizar música clásica en una película de ciencia-ficción. Ver a las naves moviéndose por el espacio al ritmo de vals del Danubio Azul o la introducción prehistórica con los acordes de Así hablaba Zaratustra dio una dimensión todavía más épica si cabe a las imágenes. Después de casi cuatro años de trabajo llegó el día del estreno. La reacción del público y la crítica que asistió a la première el 29 de marzo de 1968 fue de lo más fría. Las primeras críticas fueron muy negativas, pero pronto intelectuales, artistas y hombres de ciencia empezaron a defenderla públicamente y los jóvenes contestatarios hicieron de ella un estandarte de la psicodelia. El público de todo el mundo comenzó a verla con otros ojos y en poco tiempo se convirtió en todo un fenómeno cultural.